Por Romina Bevilacqua
21 octubre, 2014

Este artículo fue escrito por Clare Allan de The Guardian, a partir de un estudio del pasado mes de septiembre que descubrió que los dueños de perros tienden a ser menos solitarios, menos temerosos, más extrovertidos y menos preocupados que aquellos que no son dueños.

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Clare Allan con su perro Meg en brazos

Vivimos en tiempos complicados, no hay duda. No recuerdo alguna vez en mi vida en donde las noticias hayan sido tan tremendamente sombrías, tan repleto de momentos que muestren los horrores que los humanos son capaces de infligir sobre otros. En un nivel más personal, también he estado experimentando las peores depresiones que he tenido en años. Es en tiempos como estos en que la compañía de los animales nos puede ofrecer un respiro de los problemas de los seres humanos y también a los problemas de este ser humano en particular (yo, Clare Allan).

Amo a todos los animales. En serio, a todos. No tengo problema alguno con las serpientes y las arañas; una vez tuve un ratón de mascota llamado Rosenberg. Amo a los gatos, los camellos y a los cuscús también (o estoy segura de que lo haría si viera uno), pero para mí, el compañero por excelencia será siempre el perro. Esto no es de sorprenderse; perros y humanos han vivido juntos durante al menos 15.000 años. La estructura social de las manadas de lobos y perros, que tiene énfasis en la colaboración y cooperación, se asemeja más a la de los seres humanos que a la de cualquier otro animal. Es por esto que los perros pueden ser entrenados como ovejeros, por ejemplo, o para olfatear explosivos, o para ser los ojos y orejas de alguien, o para encontrar a un montañista herido. No es una cuestión de dominancia, como algunas personas te hacen creer. Un buen entrenamiento no se trata del dominio sobre el otro, sino de establecer confianza y comprensión, la habilidad de los humanos y los perros de comunicarse entre sí y trabajar para llegar a objetivos que son satisfactorios para ambos.

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Más allá del ejercicio que los perros proporcionan, de la estructura y rutina diaria, de la facilitación del contacto social (conocí a muchos de mis mejores amigos humanos mientras caminaba con mi perro), es la calidad de la relación a la que se puede llegar, que considero como el impacto más positivo de los perros sobre la salud mental. Un reciente estudio académico descubrió que los dueños de perros tenían niveles más altos de autoestima y conciencia, con respecto a los que no tenían perro. También exhibían ser menos solitarios y menos temerosos y eran más extrovertidos y menos preocupados. Por otra parte, no hubo evidencia de que la relación de las personas con sus mascotas era a expensas de las que tenían con otras personas: los dueños de mascotas mostraron ser igual de cercanos a personas claves en su vida como los que no eran dueños.

Los perros tienen detractores, por supuesto. Destacado entre los columnista del periódico Times, Giles Coren dice creer que los perros deberían ser prohibidos por completo de las ciudades, debido a la ineptidud de algunos dueños de limpiar lo que sus perros hacen. “Si la gente se siente tan sola que tiene que tener un perro enjuto como único amigo, entonces yo seré su amigo”, escribió. Pero un comentario así no comprende la complejidad de la relación entre humano y un perro. Un perro no es un sustituto de humano de mala calidad. Un perro es un compañero canino de la mejor calidad. Y eso es una gran diferencia.

Un nuevo libro, “Mi Perro, Mi Amigo”, fue publicado en septiembre para celebrar la relación entre perros y humanos y el positivo impacto de éstos sobre el bienestar de la mente. Los contribuyentes, donde destacan políticos, personalidades de la TV y escritores (yo me incluyo), han escrito testimonios de su relación con sus perros y a menudo en cómo estos los han ayudado durante momentos difíciles. Como la autora Julie Myerson lo dice: “Por sobre todo, cuando tu confianza esté en su punto más bajo, cuando te sientas maltrecho –por la vida, la muerte y (especialmente) por otros seres humanos –un perro le dará un empujón a tu mano con su nariz y te dirá, con convicción y sentimiento, lo buena persona que eres”. Es una encantadora colección y con todas las ganancias donadas a los Samaritanos, pienso que una difícil de resistirse.

Si quieres continuar leyendo sobre temas similares puedes visitar el artículo: “La ciencia prueba que amamos a nuestros perros casi como a nuestros bebés”

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