Las cosas en el circo definitivamente no son lo que parecen.

Algunas personas ante esta escena podrían reaccionar con ternura o asombro. “Que inteligentes son los elefantes, capaces de ayudar, unos verdaderos héroes que arreglaron el día”, pero la verdad es absolutamente opuesta. 

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Un camión que transportaba animales del Jerusalem Shrine Circus casi se voltea en una carretera de Louisiana, Estados Unidos. Un camión bastante grande y pesado, que de sólo mirarlo, se sabía, necesitaba de la ayuda de una grúa para volver a la ruta, o más fácil y barato para los presentes, otro tipo de mano de obra. Así, bajaron a dos de los tres elefantes asiáticos que tenían en el mismo camión y les pidieron o más bien, les exigieron moverlo.

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Una escena cruel, que demuestra cómo los obligan a realizar trabajos forzados, que los pone en riesgo y que obviamente vienen de la mano de picanas, unos aparatos de tortura para que estos enormes y majestuosos animales sigan todo tipo de instrucciones, tanto dentro como fuera del escenario.

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En su defensa, Bill Cunningham, el dueño del circo, explicó en una entrevista a Yahoo news, que los elefantes nunca estuvieron en riesgo y que ellos sabían lo que tenían que hacer. Pero la verdad es que ya no podemos seguir dejándonos cegar por las mágicas luces del circo. Estamos hablando de animales que deberían estar en la selva, en libertad y sin temor a personas descorazonadas y sus instrumentos que les hacen daño y los dejan sangrando en los pies, cabezas o torsos, cada vez que desobedecen.

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