Por Candela Duato
20 octubre, 2014

Esta columna fue escrita por Jenny Trout en el Huffington Post. 

Este año dentro de mis resoluciones de año nuevo había una que confundió a algunas personas. Al usar ‘confundir’ me refiero a conversaciones que en general se desarrollaban así:

Yo: “El próximo verano voy a usar un bikini”.

Ellos: “¡Excelente meta! ¿Qué vas a hacer? ¿Ejercicio? ¿Te vas a hacer vegana? ¿Vas a hacer dieta? ¿Te vas a operar?”

Yo: “Dije que iba a usar un bikini. No dije que iba a bajar de peso.”

Ellos: La cara se les cae como si estuviesen mirando el Arca de la Alianza.

No comprendía por qué les costaba tanto entenderlo. En este punto, todo el mundo en Internet ha leído la frase “¿Cómo tener un cuerpo digno de un bikini?”

Nadie con quien hubiese tenido la conversación de arriba tuvo las agallas de decirme que no debería usar un bikini porque mi gordura ofendería sus ojos. Nadie quería admitir que no querían que usara un bikini por sus preferencias estéticas: una preferencia que está condicionada por nuestras percepciones culturales de lo que es o no es bello. Pero esa no era la razón real por la que no querían que usara un bikini. Por supuesto, nunca puede ser tan superficial.

La preocupación principal parecía ser que estaría ‘glorificando la obesidad’. Me iba a ver tan bien en mi bikini que haría que otros se cuestionaran sus percepciones de belleza y tamaño corporal. Me parece que eso es algo que me mueve a usar un bikini en vez de detenerme. Y es un lindo cumplido: nunca me imaginé que fuera tan bella que pudiese hacer que la gente repensara sus estilos de vida.

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Un segundo tipo de individuo se preocupaba por mi comodidad. “¿No te sentirías más cómoda usando un traje de una pieza?” Quizás me sentiría más cómoda si no fuera a la playa, ¿no? Si me meto al agua usando un bikini, la vista de mi panza blanca puede que atraiga ballenas beluga. Claro, podría vivir secretamente entre ellas y aprender sus antiguos hábitos, pero no podría mantener tal mentira por siempre. Un día, se darían cuenta de mi traición, lo que generaría conflictos entre los humanos y esos amables gigantes del mar.

Me avergüenza decir que a pesar de estas ‘profecías’, ignoré los consejos y advertencias en respuesta a mis deseos de usar un bikini. A finales de junio, en una fría playa en Michigan, usé mi bikini.

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Jenny Trout usando su bikini.

No pasó nada. Las familias que pasaban el día en Hunter’s Point no se fueron aterradas de contagiarse de cualquier enfermedad que se transmita por los bikinis. Nadie se puso a comer como loco para lograr tener mi ‘glorioso’ tipo de cuerpo. Y, por lo que sé, no hay ballenas en Lake Superior, así que sus costumbres siguen siendo un misterio para mi.

No soy estúpida, sé porque la gente no quería verme usar un bikini. Las razones por las que estas personas no quieren ver un cuerpo gordo usando un bikini es porque tradicionalmente esta prenda es algo que una mujer gana al considerarse a sí misma lo suficientemente atractiva como para existir. Oh no, si las mujeres gordas lo usan sin vergüenza o miedo, ¿qué viene después? ¿Tendrán autoestima? ¿Demandarán que las respeten? Entonces ¿Qué las mantendrá en su lugar? ¿Cómo podrán juzgarlas las personas que son convencionalmente atractivas?

Como sociedad, necesitamos ser más honestos en nuestra discusión de los cuerpos de otras personas. Si no podemos evitar esas conversaciones totalmente innecesarias, entonces deberíamos al menos admitir la verdad: Esto no tiene nada que ver con la salud y todo que ver con el control que creemos que podemos tener sobre los cuerpos de los demás.