Por Candela Duato
4 noviembre, 2014

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Lo recuerdo claramente. Tenía 10 años. Mi familia y yo estábamos en nuestras primeras vacaciones en Disney World, y estábamos yendo a la “Fiesta de Piratas y Princesas”. No sabíamos que era una fiesta de disfraces pero no fue un problema. Mi mamá dijo que me llevaría a conseguir un vestido de princesa. Fuimos a la tierra de las princesas a conseguirme un vestido. No tenían uno para mí. Estaba pasando por las etapas iniciales de enfermedades de la tiroide y Lyme. Mis enfermedades y remedios causaron que mi peso subiera mucho.

Buscamos y buscamos un vestido de princesa, pero no pudimos encontrar uno. Era muy grande para los de niños y los disfraces de adulto no funcionarían para mí. Escuché a mi mamá pidiéndole a la señorita de la tienda algo, cualquier cosa para mí, y ella dijo “lo siento, su hija es muy grande para los disfraces que tenemos aquí”. Lo único que yo entendí fue: “Ella es muy gorda para ser una princesa.” Lloré. Lloré porque era muy gorda para ser una princesa.

Todas las princesas que idolatraba eran iguales. Todas eran pequeñas y perfectas. Me sentía triste porque pensaba que nunca sería como ellas. Solo tenía 10 años, y tenía mi corazón roto porque pensaba que nunca sería lo suficientemente buena, bonita o delgada para ser la princesa que quería ser. Nunca podría ser una princesa. AllyPrincess

Acabo de cumplir 16 años, y en vez de una gran fiesta pedí un viaje familiar. Elegí ir a Disney World. Nuestro viaje es justo a la mitad de Halloween, y sabía que tendría que usar un disfraz. Esta vez al entrar, me sentía mejor sobre mí misma. Soy feliz. Sé que no tengo que verme de cierta manera para ser quien quiero ser. Mi mamá, su mejor amiga Jane y yo, pensamos una idea. Aún es difícil encontrar un vestido de princesa de mi tamaño, pero decidimos hacer nuestro propio disfraz.

Mi mamá compró algunas cortinas de una tienda de segunda mano y ella y Jane diseñaron el vestido perfecto. Un vestido de princesa mágico para demostrarle a mi yo de 10 años que soy una princesa, y que no tengo que verme de cierta manera para serlo.

He aprendido que no importa tu forma, tamaño o cómo te veas: puedes ser una princesa. Puedes ser lo que quieras ser.  Una princesa no es un tamaño, es un estado mental. Es amarte a ti misma no importa qué. Es verte a ti misma por dentro. Es convertirte en tu propia princesa y no comprar los estereotipos. ¡Es hacer tu propia magia!

En ese vestido, paseando por esa hermosa tierra de castillos, príncipes, princesas y magia, supe sin ninguna duda, que yo era –soy-  una princesa. Por otro lado, siempre fui una. (Mi abuela me lo dijo).

Sólo tenía que darme cuenta.

Original.

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