Tan Shen, una mujer china de 26 años, pasó una semana completa en un KFC comiendo alitas de pollo frito luego después de su ruptura porque “necesitaba tiempo para pensar”.
Incluso llamó a su oficina y avisó que estaba enferma para poder quedarse en el restaurante. Tan dijo: “Estaba caminando, sintiéndome miserable, y decidí detenerme en el KFC de la estación de trenes. No había planeado quedarme tanto tiempo ahí, sólo quería alitas de pollo. Pero una vez que estaba ahí y comencé a comer, decidí que necesitaba tiempo para pensar. No quería volver a mi casa porque estaba lleno de recuerdos de él. Así que me quedé”.
Tras varios días días, los empleados en la tienda de pollo comenzaron a preocuparse por Tan. El trabajador Jiang Li Lung, de 22 años, dijo: “Trabajamos en turnos y el restaurante está abierto las 24 horas del día, por lo que vemos a muchas personas. Al principio nadie notó su presencia, pero cuando comenzaron a a pasar los días noté que ella se me hacía muy familiar. Después me di cuenta de que la había estado atendiendo durante los últimos tres días y ella no se había ido nunca. Cuando le preguntamos si estaba bien, ella dijo que sí y que sólo necesitaba tiempo para pensar. Y luego pidió otra caja alitas de pollo con papas grandes. No le estaba haciendo daño a nadie al comer una caja de pollo tras otra, así que la dejamos quedarse. Era una clienta extraña, pero pagaba lo que pedía al fin y al cabo”.
Tan decidió que había tenido suficiente cuando los medios de comunicación locales aparecieron en el KFC. Y como era de esperar, ella ya se estaba aburriendo del sabor del pollo: “Decidí que lo mejor sería irme de la ciudad y volver a vivir con mis padres. Ya había avisado en el trabajo que estaba enferma, así que los llamé nuevamente y les dije que me iba. Además ya me había aburrido el sabor del pollo así que no tenía sentido el seguir estando ahí”.