Por Teresa Donoso
12 septiembre, 2014

Lo hace cuando otros hombres no están mirando…

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Cuando la policía de Santa Bárbara llegó al departamento de Elliot Rodger el mes pasado, luego de que su madre alertara a la policía sobre los videos que su hijo subía a YouTube, en los que hablaba del resentimiento que sentía hacia las mujeres que no querían tener relaciones sexuales con él, y hablaba sobre los celos que sentía hacia los hombres que sí son escogidos, afirmando sus intenciones de arreglar esta “injusticia” mediante el uso de su “poder y magnificencia”, sin embargo, se fueron con la impresión de que era una persona completamente amable y educada. El viernes siguiente, Rodger mató a seis personas y luego se suicidó, dejando en un manifiesto en el que describía su odio empedernido hacia las mujeres en términos más explícitos. El jefe de la policía de Santa Bárbara lo declaró “demente”.

La noticia sobre el ataque de Rodger se esparció rápidamente, causando una nueva ola de críticas al uso indiscriminado de redes sociales. Cuando las mujeres empezaron a utilizar Twitter para compartir sus experiencias personales con hombres que las reducen a meras conquistas sexuales y que las amenazan de forma violenta por no cumplir con las expectativas, presentando sus anécdotas bajo el hashtag #YesAllWomen, algunos hombres se unieron para expresar su sorpresa ante estas revelaciones, que aparecían más rápido de lo que los observadores podían digerir. ¿Cómo es que algunos hombres logran parecer amables, educados, incluso “maravillosos” en público, cuando en realidad perpetúan el sexismo sin ser percibidos por otros hombres? ¿Y cómo es que esta dinámica puede ser tan obvia para muchas mujeres, sin embargo, completamente ajena a los hombres en sus vidas? Algunos contribuyentes de #YesAllWomen sugirieron que los hombres simplemente no están pendientes de la misoginia, mientras otros afirman que la ignoran deliberadamente. También podría haber un aspecto performativo de esta efusión pública de impacto masculino, y es que expresa su propia falta de conciencia del sexismo implícito, lo que a su vez lo absuelve de las contribuciones al mismo.

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Pero hay otros obstáculos, más insidiosas que impiden que transeúntes masculinos ayuden a combatir la violencia contra las mujeres. Entre los hombres, la misoginia no se ve a simple vista, y no sólo porque la mayoría de los hombres son ajenos al problema o insensible a su impacto. Los hombres que objetivan y amenazan a las mujeres a menudo ocultan estratégicamente sus acciones de otros hombres, preocupándose de acosar a las mujeres cuando no hay otros hombres alrededor.

Aplacar a estos hombres es una elección racional, una forma de auto-defensa para protegerse contra un posible agresor.

La noche después de los asesinatos, yo estaba en una fiesta en Nueva York hablando con una amiga, cuando un hombre borracho se puso entre medio de nosotras. “Yo estaba pensando exactamente lo mismo”, dijo. Nosotras habíamos estado hablando sobre las discrepancias salariales entre hombres y mujeres periodistas, así que le dijimos que eso era poco probable. Sin embargo, fuimos lo suficientemente educadas como para aguantarlo ya que dominó nuestra conversación, insistía en abrazarme, y habló demasiado sobre su obsesión con el pelo de mi amiga. Decidí entrar a la casa, y mi amiga me siguió unos minutos más tarde. El tipo le había pedido su número de teléfono, y ella se había negado, le dijo que se estaba casada y que, por cierto, su marido estaba en la fiesta. “¿Por qué le dije eso? Incluso si estuviera soltera, no estaría interesada en él” me dijo. “Estar casada era la sexta razón por la que no estarías con él”, le dije. Llegamos a la conclusión de que le había dicho eso porque los hombres agresivos son más propensos a respetar el dominio de otro hombre que a aceptar el rechazo autónomo de una mujer.

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Una semana antes de los asesinatos, experimenté una dinámica similar cuando fui a trotar a Palm Springs, California. Era temprano en una mañana de fin de semana, y las calles que habían estado llenas de peatones la noche anterior ahora estaban en una calma total. Cuando me detuve frente a una tienda para elongar, un hombre que estaba sentado en una parada de buses al otro lado de la calle, empezó a gritar comentarios obscenos sobre mi cuerpo, pero cuando mi novio salió de la tienda, se calló inmediatamente.

Estas son las formas de agresión masculina que sólo las mujeres ven. Pero incluso cuando los hombres pueden ser testigos de algún tipo de hostigamiento, no siempre logran reconocer la sutileza de su funcionamiento. Cuatro años antes de los asesinatos, yo estaba en un bar de Washington, DC con un amigo. Otra joven estaba sola en el bar y un hombre mayor se sentó su lado. Estaba evidentemente borracho, algo agresivo y estaba demasiado cerca de ella, pero ella sonreía secamente y se reía en voz baja de sus chistes mientras intentaba terminar su trago lo antes posible “¿Por qué le sigue la corriente a ese idiota?” Mi amigo me preguntó. “Tu nunca harías eso.” Pero la verdad es que me daba demasiada vergüenza decirle: “Porque él da miedo” y “Lo hago todo el tiempo.”

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Las mujeres que han experimentado este pueden reconocer que responder con simpatía ante estos hombres es una elección racional, una forma de auto-defensa para protegerse de un posible agresor. Pero para los hombres, esto se ve prácticamente como una bienvenida, lo que sin duda altera los niveles de culpa del acosador y su víctima, ya que al no responder de forma violenta (y masculina) pareciera que la mujer llamara a ser acosada. Dos semanas antes de los asesinatos, Louis CK, quien siempre ha reconocido la violencia masculina generalizada contra las mujeres, retrata cómo funciona esto en un episodio de Louie, donde recuerda que vio a un hombre y una mujer caminando juntos en una cita. “Él iba a besarla, y entonces ella hace una cosa increíble que las mujeres de alguna manera aprender a hacer: lo abrazó dulcemente. Los hombres piensan que esto es una muestra de afecto, pero en realidad es una maniobra de boxeo. “Las mujeres son mucho mejores que los hombres al momento de rechazar a alguien” dice CK. “Tienen la habilidad de rechazar a los hombres de forma que no puedan matarlas”.

Cuando Elliot Rodger finalmente colapsó, se dirigió  a una casa de jóvenes universitarias, como parte de su plan para dar al “género femenino una última oportunidad de darme los placeres que merezco”, y mató a dos mujeres que caminaban fuera. Antes de llegar a la casa de las estudiantes, apuñaló a tres hombres en su apartamento; después de que salió de la residencia estudiantil,  mató a otro hombre que estaba entrando a una tienda. En el transcurso del ataque, hirió a 13 personas más. Rodger odiaba a todas las mujeres que no le proporcionan sexo, pero también resintió a todos los hombres que sentía que había obstaculizado sus conquistas, a pesar de que ellos nunca se enteraron. Muchos hombres mueren de asesinatos relacionados con la violencia doméstica esta manera, asesinados por ex-novios, ex maridos, y familiares de las mujeres en sus vidas. Algunos hombres están usando este número de muertos para afirmar que los crímenes de Rodger no estaban motivados por la misoginia, sino que es una cuenta simplista de cómo la misoginia opera en una sociedad que trata el odio hacia las mujeres de forma privada, a menos  de que se exprese de manera más obvia.

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