Por Teresa Donoso
21 septiembre, 2014

Este artículo fue redactado por Caitlin Seida, relatando su experiencia personal.

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Cuando personas que no conocía se burlaron de mi peso, aprendí mucho sobre la crueldad del internet, las chicas malvadas y defenderme.

Una mañana me metí a mi Facebook y ví un mensaje de una de mis amigas. “¡Eres famosa en internet!” decía el mensaje. Me mandó un link a una página muy pública cuyo único propósito era publicar imágenes para burlarse de la apariencia de las personas. Ahí estaba yo en gloria y majestad: una foto de mí misma vestida como mi heroína Lara Croft: Tom Raider en Halloween. Lamentablemente, sobre la imagen aparecían las siguientes palabras: “Saqueadora de Refrigeradores.”

Lo chistoso es que al principio ni siquiera estaba enojada. De hecho, me divertía la idea. ¿Quien no se ríe de las fotos de extraños mal vestidos? Tengo que admitir que lo he hecho antes, la Internet se nutre de este tipo de desprecio anónimo. Hay sitios enteros dedicados a las malas decisiones de moda de gente anónima. Y tal como yo, la mayoría de esas personas son gordas.

En general no veo el tamaño de mi cuerpo como algo positivo o negativo: simplemente es. Como bien (la mayor parte del tiempo) y me ejercito (una cantidad desmesurada), pero no genera muchos cambios debido a sufrir de un síndrome de ovario poliquístico y tener una tiroides que no funciona bien. Soy fuerte, soy flexible y mi doctor me asegura que mi salud está bien, aún así hay algo que se mantiene: Peso más de lo que alguien de mi estatura debiese pesar.

Nada de esto fue un factor determinante a la hora de decidir disfrazarme de Lara Croft, uno de los personajes femeninos de videojuegos más increíbles de todos los tiempos. Croft es femenina pero peligrosa, educada pero atlética; y también es fácil de reconocer lo que la convierte en un disfraz de Halloween bastante fácil. Esta foto fue tomada tarde: estaba sonrojada debido al calor, mi maquillaje se había corrido por el sudor y sufría de una falta de soporte de busto (un problema que la Croft pixelada nunca ha sufrido). Pero me estaba divirtiendo, y al ver la imagen en el sitio, sentía que eso era obvio.

Así que al principio me reí y lo dejé ir, pero después leí los comentarios.

“Que desperdicio de espacio,” decía uno. Otro: “Vaquillas como ellas debiesen ser exterminadas.” Otro decía que debería matarme y “evitar que otros me vieran.” Habían cientos de mensajes odiosos, la mayoría de ellos diciendo que era un ser humano sin valor alguno, juzgándome por tener la personalidad de salir en público vestida como un personaje de videojuegos sexy. ¿Cómo se me podría ocurrir disfrazarme y pasarla bien?

Todos sabemos cómo se siente la horrible humillación cuando alguien se ríe de ti. Pero esa sensación se incrementa mucho más cuando parece que todos se están riendo de ti. Al mirar los comentarios, el mundo estalló, y con eso, mi corazón también.

Llamé a mi amiga Terri Jean, fotógrafa. Me recordó que era hermosa, y que lograría salir de esto. Y luego, como cualquier otra increíble heroína, se nos ocurrió un plan.

* * *

Lo primero que necesitaba hacer era descubrir de donde habían conseguido esa foto. No fue difícil: la habían obtenido de mí. La había publicado en Facebook, pero como tantos antes que yo, no le había puesto atención a mi configuración de privacidad cuando la subí. En vez de restringir el acceso para que sólo mi red de amigos lo pudiese ver, sin querer le había dado acceso a todo el mundo a la fotografía.

Pero Facebook hizo que fuese fácil encontrar a las personas que habían comentado en la imagen. En ese momento, la fotografía se había viralizado a través de re-publicaciones en Twitter, Tumblr, Reddit, 9Gag y FailBlog. Pero al mirar a través de la función de ‘me gusta’ de Facebook, pude encontrar a los comentadores más ofensivos.

La gran mayoría eran mujeres. ¿Te sorprende? A mí no. Cualquier persona que haya pasado por enseñanza media puede contarte como es que las mujeres se atacan las unas a las otras para sentirnos mejor sobre nosotras mismas. Les envié mensajes a muchas de esas mujeres.

“Estás siendo una imbécil,” decía el mensaje. “¿Por qué no haces lo correcto, borras esta publicación y dejas de compartirlo?”

La respuesta más común no era culpa o una actitud defensiva, sino que sorpresa. Estaban sorprendidas de que pudiese leer lo que habían estado diciendo. Sus páginas de Facebook eran privadas, después de todo. La mayoría no sabía que al publicar algo en una página pública a través de tu cuenta de Facebook, no importa que tu propio contenido sea privado. El mundo entero puede leer lo que escribes.

Y por supuesto, no habían pensando en mí como una persona. ¿Porqué deberían? Estas imágenes son desechables, pequeños estallidos de diversión que miras después de un largo día de trabajo. Miras, te ríes, ridiculizas a alguien un poco y luego sigues con la siguiente fuente de distracción. Nadie pensó que yo podría quizás leer lo que escribían. Mucho menos se imaginaron que les hablaría.

Luego, comencé la gran tarea de enviar notificaciones de violación de derechos de autor a los sitios en los que la imagen había sido publicada: Tendría que demandar a cientos de sitios. Mi trabajo como profesional jurídica me había dado un poco de conocimiento en esta materia, pero era aburrido, como sacar la maleza del jardín más grande del mundo. Tenía que buscar cada una de las imágenes y buscar hasta que pudiese encontrar información de contacto.

Conseguí que un gran número fuese sacado de los sitios, pero una vez que algo como esto se esparce en internet, estará allí por siempre. Muchos amigos aún me mandan e-mails preguntándome si estoy al tanto de esto, y puedo escuchar la ansiedad presente en sus voces, intentando ser buenos amigos y alertarme sobre este peligro y tratando de protegerme de estos dolorosos ataques. Aún paso por esa parte menos sabrosa de la internet mensualmente y envío notificaciones para que quiten la foto cuando aparece nuevamente, pero nunca se irá completamente. Esa es parte de la razón por la cual decidí publicar la imagen en este artículo. Con mis propios términos. Para ser dueña de ella y, en esta ocasión, sin vergüenza.

Pero en el camino, en mi viaje para poder controlar algo que era, en verdad incontrolable, encontré algo que me ayudó a superar el shock y la depresión: Había personas que me defendían.

Completos extraños comentaban que no había nada extraño con una mujer de una talla grande que se disfrazara para divertirse. Algunos comentadores incluso podían adivinar correctamente que sufría de síndrome de ovario poliquístico. La enfermedad se caracteriza por una acumulación de grasa en el estómago, tal como un doctor poco sensible me dijo, “como si tuvieses una pelota de basquetball bajo tu polera.” Por cada tres comentarios negativos y odiosos, había al menos uno positivo.

En los meses que vinieron después, mi actitud hacia estas imágenes ‘graciosas’ en internet cambió. Ya no las encuentro divertidas. Cada una de esas personas es un ser humano, una persona real cuyo mundo explotó el día que se encontraron a ellos mismos siendo una broma en un escenario gigante. Saco la voz cada vez que algún amigo se ríe de este tipo de fotos publicadas en esos sitios. Les hago una pregunta simple: “¿Por qué crees que es divertido?” Muy pocos tienen una buena respuesta. En general sólo dicen: “No lo sé.” Recordarle a las personas nuestra humanidad compartida no me ha hecho exactamente popular, pero creo que es lo que se debe hacer. Sé como es ser la persona en esa horrible fotografía. Y no puedo provocarle tal dolor a alguien más.

También he aprendido a tener mayor control sobre mis ajustes de privacidad en internet. No siempre tengo éxito manteniendo mi contenido privado, pero hoy en día tengo más precauciones.

Y si bien mi auto-estima sufrió la peor parte en este incidente, estoy sobreponiendome. Mi amiga fotógrafa Terri hizo una sesión de fotos de mi cuando todo pasó. Es una fotógrafa pinup retro, y he estado posando para ella por algún tiempo; pero esa sesión en particular fue increíble. El ser vista más como yo quiero que me vean.

Me niego a desaparecer. Aun salgo a trotar en público. No escondo mis brazos blandos o mis tobillos gorditos para no ofender las sensibilidades de alguien más. Me visto de una forma que me hace feliz. Y para este Halloween, estoy pensando en volver a usar mi rol de Lara Croft sólo para levantarles el dedo del medio a todos los odiosos.

Y no, no publicaré las fotos en la red esta vez.

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