Maldita sea, ya sé que el tiempo pasa muy rápido

Estaba en un estacionamiento público intentado hacer que mis hijos hambrientos, cansados, y con pataletas entraran al auto cuando una anciana se me acercó y me dijo, “¡Disfrútalos mientras sean pequeños! ¡El tiempo pasa muy rápido!”

La miré mientras le daba golpes de karate al cuerpo tieso de mi hijo para lograr sentarlo y le sonreí. Una sonrisa que decía “Quiero estrangularte.”

Quería estrangularla porque es cierto. Realmente pasa muy rápido. Y que debería estar disfrutando cada minuto. PERO NO PUEDO.

No puedo porque criar a hijos pequeños no siempre es algo que se pueda disfrutar. A veces lo es –hay momentos preciados de absoluta dicha parental. Momentos en los que mi hijo pone su gorda manita sobre mi mano más grande, arruinada por lavar, y me pide que juegue con él. Momentos en que mi hija me tira un beso y lo agarro y lo guardo bajo mi camiseta, cerca de mi corazón. Momentos en los que los tres nos abrazamos mientras leemos un libro.

Pero la mayor parte del tiempo, tener hijos pequeños apesta.

Es implacable, aburrido, agotador y exasperante. Y el hecho de que no estoy amando cada momento lleno de pataletas, manchada de popó, y con falta de sueño, hace que entre en pánico. Porque el tiempo está pasando muy rápido.

Los días de la infancia de mi hijos están escapándose de mis manos demasiado rápido y sé que no lo estoy disfrutando lo suficiente señora del estacionamiento, así que por favor no me lo recuerde.

Cuando me escabullo por las noches en las habitaciones de mis hijos y los veo dormir, mi corazón se llena de amor y paz… y arrepentimiento. Arrepentimiento de no haber disfrutado más el día que acaba de terminar.

Sé que un día desaparecerá todo el cansancio, miraré atrás con dulzura y pensaré: “Realmente disfruté la época en que mis hijos eran pequeños. Y pasó tan rápido”.

Pero  lo que prometo nunca hacer es hablarle a una joven madre en un estacionamiento y decirle que lo disfrute. Decirle que pasa muy rápido.

En vez de eso, le diré que sé lo difícil que es criar hijos pequeños.

Le diré que está bien llorar. Que está bien gritar. Que está bien el desmoronarse a las 5 de la tarde cuando tus hijos te están empujando a todos tus límites. Le diré que respire. Le diré que se esconda en el baño si lo necesita. Le diré que se ría de la locura que es su vida. Y le diré que bese los dedos de los piecitos de su bebé, no porque no serán pequeños para siempre, sino porque le dará un momento de felicidad en su día, que de otra forma solo sería loco y caótico.

Original.