No hace mucho, mientras estaba en la profundidades de mi habitación limpiando, encontré una vieja caja de metal LLENA de cartas.
Sentada en el piso, comencé a leerlas una tras otra. Eran cartas de amor que escribí para mi esposo, David.
Mi corazón se apretó y mis ojos se llenaron de lágrimas mientras leía:
“Hola lindo, ¿cómo está mi hombre querido, sexy, encantador, romántico, pensativo y amoroso?”
“¡Te extraño tanto que siento que me estoy volviendo loca!”
“¡Siento que algo increíble se aproxima en tu vida!”
Todo lo que podía pensar era: ¿Quién es esta mujer?
Al leer sus cartas me sentía celosa. ¡Ella era sexy, divertida, romántica y estaba totalmente enamorada de mi esposo! Me sentía como si estuviese leyendo las cartas de la amante de mi esposo aunque la verdad era que no era su amante: estas cartas las había escrito yo misma cuando tenía veinte y tantos. Sentía muchas cosas, pero por sobre todo sentía vergüenza. Esa mujer ya no existía. En su lugar había una mujer de 40 años, madre de dos niños. Una mujer estresada y ansiosa.
Ya no hacía que David se sintiese querido o deseado, sino que era más como un compañero de cuarto o un amigo. Al leer estas cartas, vi como me había perdido a mí misma, a la parte de mí de la que él se había enamorado y con quien se había casado. Esa mujer era alentadora, siempre se reía, siempre estaba bailando y cantando y veía la belleza en todo lo que la rodeaba. La mujer actual digamos que tenía muchas cosas que hacer y que estaba bajo mucha presión.
Durante días pensé en las cartas. La pasión y la emoción que se leía en ellas eran intoxicantes y estaba cansada de estar cansada. Quería lo que tenía cuando era una veinteañera. Más importante que eso, quería lo que ella y mi esposo habían tenido, así que me propuse encontrarla.
Lo primero que hice fue esforzarme para divertirme más. Cuando limpiaba, ponía música, me apunté a kick boxing y me iba al columpio con mis hijos.
Luego, comencé a traer esa diversión dentro de mi matrimonio. Comenzamos a bailar en nuestra cocina e ir a pubs, incluso hicimos viajes juntos. Nuestra relación volvió a sus raíces teniendo la diversión como algo central. Lentamente, la mujer con la que Dave se había casado volvió. La verdad era que ella siempre había estado aquí, sólo que enterrada bajo mucha responsabilidad.
Ser mujer hoy en día no es fácil, siempre habrá más cosas que hacer que horas en el día. Lo que aprendí de esta experiencia es la importancia de priorizar las cosas. Tener a Dave al final de la lista no iba a traer nada bueno. Lo puse como número uno en mis prioridades y hoy en día nuestra familia está mejor gracias a eso. Aquí hay un par de cosas que hice que tuvieron un efecto permanente en nuestra relación, te aconsejo probarlas:
1. ¡Piropéalo!
Esfuérzate por decirle cosas lindas a tu pareja todos los días. Sé que es difícil considerar esto ya que nadie anda diciendo ‘Gracias por vaciar el lavavajillas,’ o ‘¡Te ves increíble hoy!’
La meta es centrarte en tus comportamientos y ver hasta dónde te llevarán. Cumplidos tales como ‘¡Gracias por podar los árboles hoy, se ven súper!’ o ‘¡Te ves muy bien!’ cambiarán el tono de tu relación.
2. Pasen tiempo solos
Aunque vivan juntos, lo más probable es que nunca pasen tiempo a solas. Considera tener una noche de cita como una regla semanal. Si no puedes hacerlo, entonces crea un tiempo de 20 minutos para hablar, beber una copa de vino o bailar en la cocina. Si pensar en esto te asusta, entonces necesitas hacerlo con mayor razón. La intimidad, aunque es difícil de mantener, es la clave para tener una buena relación.
3. ¡Hazlo divertido!
Promete algo, ¡nada de cenas y citas al cine! Cuando estaban saliendo, lo más probable es que tu esposo y tú hicieran cosas divertidas. Intenta hacer cosas nuevas e interesantes.
¿Será necesario que te esfuerces? Sí, porque vale la pena.
4. Crea hábitos nuevos
Si bien es fácil llevar a cabo estas ideas una o dos veces, la verdad es que tienes que esforzarte y ser consistente si quieres ver resultados. Nuestra sociedad busca la gratificación inmediata, pero en este caso, tienes que esforzarte para lograr lo que buscas. Lo que tienes que preguntarte es “¿vale trabajar por esta relación?”
En el matrimonio todo está en nuestra contra. Debemos estar dispuestos -ambos- a arremangarnos las mangas y ponernos a trabajar. Esto también significa dejar ir nuestro ego o preocuparnos de quien se esfuerza más. Ya no era la mujer con la que mi esposo se había casado, pero me di cuenta de eso antes de que fuese demasiado tarde, porque él era demasiado amable como para decirme. Me asusta pensar lo diferente que podría haber sido mi vida y la de mis hijos si hubiese ignorado las señales de alarma y no le hubiese dado prioridad a mi matrimonio.