Soy una de esas personas que tienen suerte: Estoy casada con mi alma gemela.
La primera vez que vi a mi marido sentí como se me subía el corazón a la garganta. Estaba cautivada, asombrada y muy impactada con la profundidad de mi atracción hacia él.
Considero que ser honesto es compartir incluso aquellos secretos y pensamientos oscuros que, de no compartirlos, me destruirían a mí y a mi sentido de confianza en mí misma.
Hoy en día, este es mi secreto: Amo a mi esposo, pero en ocasiones quiero engañarlo.
No hace mucho conocí a un hombre mientras paseaba a mi perro. Simplemente… hicimos click. Era fácil hablar con él, compartimos bromas de perros y me volví a casa un poco más alta, un poco más emocionada. Me pregunté a mi misma ¿Me gusta este hombre? La respuesta era un ‘No’ rotundo. No me sentía atraída físicamente por él.
Aun así, me sentía feliz cuando nos encontrábamos en el parque de vez en cuando. Me quedaba un poco más rato de lo que normalmente lo hubiese hecho. Me parecía que aquel hombre tenía muchos problemas en su vida, que no tenía las cosas claras. Su descontento con el mundo, su relación y consigo mismo eran evidentes en comentarios que parecían inocentes. No, no me atraía.
Un día pasamos dos horas juntos. Hacía frío esa tarde. Normalmente me hubiese ido a casa, pero no lo hice. Él tampoco se fue. Simplemente… nos quedamos. Hablamos, bromeamos, pasamos tiempo juntos.
Otra persona que pasaba su perro nos preguntó si estábamos casados. En mi cabeza empezó a sonar una alarma. Pensé en mi marido y me sentí culpable. Toda esta situación se había convertido en un secreto.
Durante los días que vinieron después me preguntaba constantemente si es que vería a aquel hombre. Me sentía confundida: no me atraía físicamente, pero aún así me gustaba la idea de gustarle.
Lo sé, es confuso. Pero esto es lo que no quiero que sepas:
Comencé a pasear a Molly cerca de su casa, esperando encontrarme con él ‘por accidente’.
Paseaba a mi perra ‘justo’ cuando él paseaba al suyo: alrededor de las 6 pm. Me sentía decepcionada cuando no lograba verlo.
Su nombre incluso estaba en mi mente cuando mi esposo y yo teníamos sexo. Mentalmente lo sacaba de mis pensamientos: Ni siquiera me atraía, y nunca había fantaseado sobre alguien más mientras estaba en un momento íntimo con mi marido.
Me sentía culpable y avergonzada de mí misma.
También tenía miedo: Dar el siguiente paso se sentía tan… fácil. Tan cerca. Sabía que podía llevar las cosas un poco más allá y encontrarme hundida en esta situación.
Me asustaba que mi hambre por esta emoción barata tuviese el poder de hacerme olvidar los votos que había tomado el 16 de marzo de 2012. Que se sintiese tan fácil botar la confianza, la intimidad y el amor por el cual habíamos trabajado tanto.
Parte de mi estaba dándole fuerza a esta obsesión, parte de mi quería engañarlo.
¿Qué estaba pasando en mi matrimonio que había permitido que esta situación naciera?
Cosas pequeñas. Se necesitaban una o dos conversaciones fuertes, pero no era nada drástico, para ser honesta.
¿Qué estaba pasando en mi para que esto pasara?
Ah, ahí estaba lo interesante.
Lo que le daba poder a esta atracción, tal como le había pasado a muchos antes que a mí, era la creencia oculta de que el amor es peligroso. Que si me entregaba totalmente al amor que sentía por mi esposo, me comería, me tragaría completamente. Que no habría nada más de mi.
Lo que le daba poder a esta atracción era el poder de mi inconsciente para sabotear la felicidad y dejar el amor de lado. Soy una de esas personas suertudas, estoy casada con mi alma gemela. Esto no puede ser real, debo crear algo que cause problemas.
Sabía que si negaba lo que me estaba sucediendo estaba fracasando. En cambio, al decir la verdad, estaba preparando el camino para el amor.
Así que compartí todo esto con mi esposo. Todo. Fue difícil, me sentía tan avergonzada. Pero lo hice igual. Y probablemente salvé mi matrimonio. Lo haría otra vez si tuviese que hacerlo.
Quiero engañar a mi esposo algunos días.
Y esa, amigos míos, es la razón por la que digo la verdad.