Niños. Son pegajosos. Arruinan nuestras cosas. Y hacen pataletas por ninguna razón en particular. Miento, la última no es verdad. Muchas de sus pataletas tienen sentido. ¿Por qué? Aquí hay cinco razones:
1. Reglas
Se espera que los niños sigan las reglas. Pero hay un problema: No saben cuáles son la mayoría de las reglas. La mayoría de las reglas las descubren una vez que las rompen.
No puedes dibujar en el sofá. ¿Ni siquiera un color bonito? No deberías lanzar arena. ¡Pero si es muy suave! No se supone que deberías lavar tu muñeca en el retrete. Ok, lo entiendo. La próxima vez, bañaré al gato ahí en lugar de la muñeca.
2. Tiempo
El mes pasado fui a la municipalidad a renovar mi licencia de conducción. Después de un par de horas, me dijeron que no me atenderían. Me dieron la instrucción de ir a casa y volver otro día. Quería armar una pataleta. Casi lo hago. Ok. Sí lo hice un poco.
Los niños tampoco control de tus propios horarios. Y debe volverlos locos. ¿Realmente disfrutas jugando con tu tren? Bueno, es hora de que pares. ¿Lo estás pasando bien en el parque? Nos vamos en cinco minutos.
3. Comida
La hora de comida para los niños es como comer en un país extranjero donde no hablas el mismo idioma y no entiendes el menú. La mayoría de la comida es nueva y extraña. Y algunas comidas, nuevas o no, directamente dan miedo.
Además, están amarrados a tu silla cuando tienen que comer. Entonces no es una sorpresa que los niños sean exigentes a la hora de comer. Sería sorprendente lo contrario.
4. Sabiduría
Los adultos saben que no van a ser succionados por el retrete, pero los niños no lo saben. Si piensas que es una posibilidad, probablemente odiarías los baños. Si pensases que un Golden Retriever te quiere comer, probablemente tendrías miedo de los perros. Y si sintieras el miedo de que tu dinosaurio debajo de la almohada puede cobrar vida mientras duermes, seguramente le tendrías miedo.
5. Lenguaje
Si quisieses gritar algo pero no supieses hablar, probablemente también recurrirías a las lágrimas de vez en cuando. Imagínate. Tu camiseta te molesta pero no sabes cómo decir: “Dios mio, ¡la etiqueta pica tanto! Me gustaría que me la cambiaras a algo más cómodo. ¡Preferiría algodón orgánico!” Pero no puedes. Entonces te enojas, ¿verdad?