5 maneras en las que el embarazo después de un aborto natural es diferente

Este artículo fue originalmente escrito por Meredith Hale para MommyAtoZblog.com quien cuenta su experiencia como madre luego de haber tenido un aborto natural. 

Nunca olvidaré ese momento. Me senté en el consultorio de mi doctor. Ansiosa por escuchar el primer latido de mi bebé. Me imaginé viéndolo. Un pequeño movimiento en la pantalla, sintiéndome directamente conectada a la vida que llevaba dentro. Nunca me imaginé al doctor mirándome y diciéndome: “Lo siento. No hay latido”. 

Ese momento se quedó conmigo. Después de siete años y dos hijos. Un aborto natural es una cicatriz que nunca se desvanece completamente. No importa cuánto tiempo pase, una sombra de esa pérdida siempre aparece. En esta época del año revivo esa pérdida, porque todos los 15 de octubre es el Día Nacional de la Pérdida de Hijos. Es un tiempo para salir de la oscuridad. Para hacerle saber a los demás que no están solos. Y es un tiempo para reflexionar.

Para mí, perder un embarazo fue difícil. Pero lo que fue sorprendentemente difícil fue estar embarazada de nuevo después de esta pérdida. A mi alrededor, mis amigas estaban felices anunciando sus embarazos, haciendo baby showers y soñando con el futuro de sus hijos. Yo me quería sentir feliz por mi embarazo, pero en el fondo estaba aterrorizada.

Con un miedo constante de cosas que no podía controlar. Estuve destrozada por nueve meses. Hay muchas razones por las cuales estar embarazada después de un aborto es diferente. Aquí hay algunas:

1. Miedo de lo desconocido

Cuando me quedé embarazada de mi hija, tuve mucho miedo a mi primera visita prenatal. El alivio que sentí al escuchar un latido rápidamente se convirtió en pánico al saber que mis niveles de progesterona estaban bajos. Después de cada cita, esperaba para saber cómo estaban mis niveles. Como un prisionero espera oír sobre su condena. Me sentía atrapada en un cuerpo que no funcionaba, que no se podía quedar con lo que más importaba. Aún cuando pude pasar el primer trimestre, mis dudas continuaron, envolviendo todo momento con una capa de ansiedad y miedo.


2. Soledad

Con mi primer embarazo, les contamos a nuestras familias inmediatamente. Era navidad y lo estuvimos celebrando. Nunca me imaginé que estaría diciéndoles a todos lo contrario un mes después. Con mi siguiente embarazo, estaba decidida a no cometer el mismo error. Esperamos un largo tiempo antes de decirle a alguien, lo que me hacía sentir protegida, pero también sola. Mi embarazo se convirtió en un secreto para guardar, en lugar de una noticia feliz para compartir. Me guardaba todo para mí cuando más necesitaba a mis amigos y mi familia.


3. Culpa (y duda)

En este tiempo siempre me cuestionada mis decisiones, me preocupaba de que cualquier fallo pudiese acabar con mi embarazo. Me daba miedo alzar sillas en un evento del trabajo. Me daba miedo ayudar a algún familiar a subir equipaje por las escaleras. (Situaciones en las que me encontraba porque tenía mucho miedo de decirle a alguien que estaba embarazada.) Cuando has tenido un aborto, te culpas por la pérdida. Es una carga pesada de llevar.


4. La envidia de las nauseas

La mayoría de las mujeres temen las nauseas. Yo llegué al punto de desearlas. Ansiaba la seguridad física de que todo estaba “normal” dentro de mí. Quería saber desesperadamente que mi hijo estaba ahí, creciendo y desarrollándose como debía. Mi falta de nauseas parecía un castigo. Cada momento que no tenía nauseas era un recuerdo de lo poco que entendía lo que estaba sucediendo dentro de mi. Y lo poco que lo podía controlar.


5. Miedo a la felicidad

Por un largo tiempo, hablaba tapando cada realidad sobre mi bebé con “si pasamos el embarazo” o “si el bebé nace”. Tenía susto de estar entusiasmada, aterrorizada de dejar entrar mucha alegría. Estaba incómoda de comprar muebles para el cuarto del bebé, comprar ropa para recién nacidos. Incluso buscar nombres. Mirando hacia atrás, me hubiera gustado disfrutarlo más. Pero mis heridas todavía estaban frescas. No quería tener esperanzas que podría convertirse en otro dolor.

En algún momento de mi noveno mes me empecé a relajar, a sentirme esperanzada de saber que pronto tendría mi bebé en brazos. Deje de decir “si nace mi hija” y empecé a decir “cuando nazca mi hija”.

Cuando escucho del aborto de una amiga, siento un vacío en mi corazón. Me alegra que haya un día para encender una vela por esta cuestión, para que las personas sepan y compartan su tristeza sobre un tema tan difícil. Hablar con otros que han pasado por esto es lo que me ayudó a sobrellevar esos nueve meses. Espero que esta sinceridad pueda ayudar a otros para saber que hay luz –y también esperanza– después de la oscuridad.

 Original.