El instinto humano es el que hace que amemos y seamos amados. Hace mucho tiempo me enamoré por primera vez en mi vida. Fue increíble. Fue eufórico.
Me sentí segura y satisfecha, y estaba en un mundo que era mío y en el que nada más importaba. Estaba completamente enamorada, de pies a cabeza.
Las cosas cambian. Las circunstancias y los deseos cambian. Las personas crecen y maduran para convertirse en quienes se suponen deben ser. Así funciona la vida.
De eso hace ya cuatros años. Y he estado soltera desde entonces. He besado a un par de sapos, he tenido un buen número de malas citas. Incluso me enamoré de alguien más dentro de esos años, pero al fin de cuentas, mi estado ha seguido siendo el mismo: soltera.
Pasé de una relación larga directa a otra. Pero la segunda vez fue conmigo misma. He descubierto que mientras más tiempo pasas sola, más te conviertes en tu propia fuente de felicidad. Y es menos probable que te conformes con algo mediocre.
En mis cuatro años de soltería terminé mi carrera, estudié fuera del país, viajé por el mundo y taché un par de cosas de mi lista de “cosas que hacer antes de morir”. No puedo decir que pasaron un número similar de cosas durante los cuatro años que estuve en una relación.
Con esto no quiero decir que en una relación las metas y sueños no puedan ser alcanzados. Con la persona correcta a tu lado, puedes conquistar lo que sea e ir más allá de todos los límites que te puedes haber planteado.
Estoy, simple y honestamente, dando cuenta de cuatro cosas que he aprendido en los cuatro años que he estado soltera: lo bueno, lo malo, y lo feo:
1. Acostumbrarse cuesta un tiempo
En ese tiempo, estás descubriendo como ser tú misma nuevamente. Echarás de menos a esa persona y cometerás errores. Intenta, dentro de lo posible, evitar esto. La única validación que necesitas en este momento debería venir de ti misma. Es un asunto de ajustarte levemente para salir de la rutina a la cual te habías acostumbrado. El proceso se hará más fácil con cada día que pasa. Apóyate en la gente que te quiere.
2. El juego de las comparaciones
Incluso sin que seas consciente de ello, compararás cada pequeño detalle con tus experiencias o relaciones previas.
Pero no es un juego que te haga bien, porque nunca nadie será igual a otra persona, y mientras estás ocupada comparando puedes perderte las mejores cosas que una persona puede ofrecerte.
Todos somos únicos, y cada persona que conozcas te ofrecerá sus propios pros y contras. ¿Por qué comparar tu pasado con tu potencial presente y futuro?
No estamos buscando una repetición: queremos ver el próximo episodio.
3. Mesa para uno
Esto tiene que ver con tu carácter. Personalmente, nunca me ha dado miedo comer sola o ir a un evento o reunión sola. Mi lema es casi siempre “¿por qué no?” Y eso funciona para mí.
Cuando eres soltero te das cuenta que hay cosas que quieres hacer pero no crees que tienes las herramientas necesarias para hacerlas (un novio).
Después de un tiempo, tienes la confianza para asistir a estos eventos sin un +1. Te sorprenderá gratamente lo bien que lo puedes pasar.
4. El cliché: Descubres quién eres
Traté de evitar éste lo más que pude, pero a fin de cuentas, esto sucede inevitablemente. Porque solo tienes que pensar en ti misma, por lo cual nunca debes temer. Nunca.
Sólo hay una persona por la cual debes preocuparte, y esa eres tú.