Por Bárbara Samaniego
19 febrero, 2015

El trastorno de ansiedad es un reflejo de pánico total e involucra todos los aspectos de la vida de quienes lo padecen.

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La ansiedad siempre ha sido parte de mi vida, pero no es algo de lo que hable normalmente, y supongo que se debe a la connotación negativa que se tiene de ella. A medida que he ido aceptándola como un rasgo de mi personalidad, he llegado a aprender que, al igual que mi pelo, forma parte de lo que soy. Siempre escucho a mi familia decir: “Ella se preocupa demasiado por las cosas”, y claro, tienen razón.

Pero mis amigos conocen mi ansiedad a un nivel mucho más profundo que la mayoría. Y cuando comienzo a desvariar, o sobre analizar una situación o confesar mis miedos más irracionales, ellos se ríen, como diciendo: “Te amamos de todos modos, no te preocupes”.

Y es que sufrir de ansiedad es muchísimo más que simplemente preocuparse.

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Desde que tengo memoria, la ansiedad ha jugado un papel relevante en mi vida. Aunque practiqué diferentes deportes grupales durante el colegio, el estrés asociado a los campeonatos era abrumador. Incluso a una edad temprana, cuando todo el mundo jugaba fútbol a modo de distracción y pasatiempo, mi papá tenía que obligarme a salir de la cama y convencerme de que yo no sería la única razón por la que el equipo perdería. Pero, como portera, siempre pensé diferente…

Desde muy pequeña, me gustaba revisar las cerraduras y comprobaba al menos unas 3 veces que estuvieran cerradas antes de ir a dormir, porque el miedo (un poco absurdo) a que alguien entrara a mi casa era demasiado real en mi mente.

Cuando las personas con ansiedad se enferman, piensan siempre en el peor de los casos. Y así, mi madre me regaña constantemente por ir con tanta frecuencia al doctor.

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Cuando crecí, el colegio me llenó de una tensión constante: si no me estaba yendo tan bien o si una nota amenazaba con disminuir mi promedio anual, entonces era el fin del mundo. Llegar a tiempo era completamente imprescindible en cualquier situación y la posibilidad de llegar tarde a alguna clase o partido era prácticamente nula. Yo siempre fui la primera en todo. Y es que el perfeccionismo es algo que viene con la ansiedad: tener éxito es vital en la vida. Este es un punto de inflexión, porque personalmente pienso que, si bien hay muchas cosas negativas que vienen con la ansiedad, ésta ha beneficiado aspectos de mi trabajo. He llevado una vida muy exitosa hasta el momento. 

Viajar en avión es probablemente la peor fuente de ansiedad para mí: en el momento en que pongo un pie en un aeropuerto, siento que mi corazón late cada vez más rápido. Y cuando viajo sola, me presento unas 3 o 4 horas más temprano en el counter, en caso de que algo saliera mal.

Aún más difícil que los aeropuertos, es la indescriptible ansiedad que me provoca el hecho de que la gente no responda a mis mensajes de textos o llamadas. Aquello me lleva automáticamente a pensar que hice algo mal, y a repetirme con histeria: ¿Qué he hecho para que esta persona esté tan enojada conmigo?

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No puedo decirles cuántas veces he aumentado una situación absolutamente trivial y he tenido que pedir disculpas por mi reacción. Y mis buenos amigos, siendo quienes son, simplemente aceptan cómo soy. Si me dieran un dólar por cada vez que alguien me dijo que me relajara o que estaba pensando de más, sería millonaria. En serio.

Y es que, por ejemplo, cuando hago planes, el mero pensamiento de que alguien cancele a último minuto me da escalofríos.

Dormir es absolutamente angustiante. Me toma alrededor de 2 horas conciliar el sueño, pero nunca puedo dormir durante toda la noche. Me despierto a las 3 am y me preocupan cosas tan insólitas como si cerré bien el coche o dónde estará cierta cosa, y entonces, no puedo volver a dormir hasta que me conforme con mis respuestas (comprenderás que eso no sucede rápidamente).

Las situaciones van de mal en peor cuando están en mi mente. Y algo tan pequeño como, por ejemplo, dejar una cosa en el lugar equivocado, puede desencadenar crisis y lágrimas. Entonces, se imaginarán que las relaciones se vuelven un mundo: a veces pienso tanto las cosas, que las arruino antes de que comiencen. Y me castigo repitiéndoselo a mis amigos y a mi atormentada mente. Y nuevamente me dicen que me calme, que me relaje… Intento cambiar, pero no puedes vivir con máscaras.

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La ansiedad es más que preocupante, y para las personas que sufren de ella, la parte más difícil es la auto-aceptación. No podemos elegir cómo nos afectan las cosas y no podemos elegir las cartas que nos juega la vida, pero si podemos aceptarlas y jugarlas de las mejor manera posible. Si eres una persona con ansiedad como yo, aprende a lidiar con ello, con paciencia y respeto hacia ti mismo.

Rodéate de gente que te quiere. En la universidad, tuve un maravilloso grupo de amigos que me apoyaban y me querían a pesar de todos los miedos que tenía. Después de la universidad, volví a casa, y encontré esos amigos que siguen demostrándome que están ahí, como lo han hecho durante todo el tiempo que estuvimos separados. Tu familia te conoce y te ama exactamente por lo que eres. 

Si sabes todo acerca de quién eres y aprendes a aceptarlo, también aprenderás a reírte de las situaciones que una vez encontraste tan difíciles.

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Visto en: Elitedaily.comImágenes de: Weheartit