Por Teresa Hechem
11 mayo, 2015

“Debemos luchar para que se siga investigando porque nuestros niños merecen mejores respuestas”.

John Rodakis es biólogo molecular  y fundador de la Fundación de investigación del autismo N of One. Escribió este texto porque cree que se debería investigar más sobre el autismo, porque cree que se podrían encontrar respuestas para que muchos niños como su hijo, puedan desarrollarse de una mejor manera. 

“Sentí una lágrima corriendo por mi mejilla cuando vi que mi hijo de 3 años con autismo me miraba directamente a los ojos. Esto no había pasado durante un año. Y, además, estaba sonriendo y calmado. Parecía estar disfrutando el momento. Pero, ese no era habitual en él. Había una claridad en su rostro como si estuviera diciendo: “Estoy aquí papá. Estoy contigo”. Yo no supe qué hacer en ese momento. Solo permanecí sentado y me preguntaba qué estaba sucediendo. Fue ahí cuando empecé a sospechar que esta reacción se podía deber al antibiótico que estaba tomando, pero eso no tenía ningún sentido por lo que los doctores nos han estado diciendo.

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Nuestro hijo tuvo un inesperado, rápido y dramático cambio en sus síntomas autistas mientras estaba tomando ese antibiótico prescrito para una infección que tenía en la garganta. Desde el día cuarto al décimo vimos cómo mejoró notablemente en áreas que usualmente son las más débiles: habla, estado de ánimo, contacto visual, nivel de energía e incluso sus habilidades motoras. Con decirles que por primera vez, desde que le compramos su triciclo hace seis meses, pudo subirse y andar.

Habíamos presenciado mejoras en otras oportunidades que tuvo fiebre, pero esta vez los cambios fueron de gran magnitud, por lo que no paro de cuestionarme… ¿Por qué estaba sucediendo esto?

Empecé a buscar investigaciones que hablaran sobre el tema y encontré un documento que explicaba “el efecto de la fiebre” en niños con autismo. Las estimaciones decían que entre 30 y 80% de ellos experimenta mejoras cuando tienen fiebre. Seguí investigando acerca del efecto del antibiótico y encontré con un estudio que publicó Chicago Rush Children’s Hospital el año 2000 que decía que 8 de cada 10 niños con autismo severo experimentaba cambios cuando tomaban un antibiótico llamado vancomicina.

Cuando diagnosticaron a mi hijo nos dijeron: “No sabemos las causas ni los tratamientos para aquello”. Pero después de haber visto y leído sobre los efectos de la fiebre y este antibiótico, concluyo que a lo mejor las teorías convencionales sobre genética, del cerebro o de conexiones están obsoletas y llegó la hora de investigar más en otras direcciones.

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Estuve hablando con los especialistas que publicaron el estudio de la vancomicina y me han comentado que no pueden seguir investigando porque no tienen el financiamiento necesario. Me dijeron que al no ser una teoría convencional, es muy difícil que el gobierno apoye un estudio de este tipo. Pero, yo insisto en que se deben investigar las conexiones entre las bacterias del intestino y el autismo, después de mejoras sorprendentes en el autismo de mi hijo, y otros, con un antibiótico para la faringitis estreptocócica.

Quiero ser claro y que no se confundan. Yo no estoy promoviendo el uso de este antibiótico como un tratamiento a largo plazo. Pero sí estoy pidiendo que por favor se investigue más sobre el tema para poder encontrar una potencial solución para mejorar el desarrollo de nuestros niños.

No puede ser que se haya hecho solo una investigación y hace 15 años. Lo alentador acerca de este punto de vista es que nos da una razón más para seguir creyendo que nuestros hijos pueden mejorar sus habilidades notablemente. Necesitamos que se investigue más porque nuestros niños se merecen mejores respuestas”.

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