Hands free mama

No soy madre, pero aún así creo que su reflexión tiene sentido. 

Rachel Macy Stafford es una escritora norteamericana madre de dos niñas. Actualmente lleva un blog, donde escribe consejos para todas las mamás del mundo en base a sus propias experiencias. Recientemente publicó una nota acerca de la importancia que tiene el grito en la relación con los hijos y este es un resumen de lo que escribió:

Durante el Día de la Madre, Rachel recibió un poema como regalo de su hija que le hizo derramar lágrimas. En la primera estrofa decía: “Lo importante de mi mamá es que ella siempre está ahí para mí, incluso cuando me meto en problemas”. Este mensaje le recordó a Rachel que la relación con sus hijas no siempre fue así. Ya que, según relata, cuando era más joven se consideraba a sí misma una gritona. Cada vez que sus hijas pequeñas peleaban por estupideces -no se querían vestir, perdían su ropa, derramaban jugo tratando de servirse por su cuenta, rompían algo- ella se irritaba, perdía el control y les gritaba. Se odiaba a si misma por hacerlo pero era la única forma de controlar las tantas acciones típicas de niños.

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Un día, su hija mayor que en ese entonces tenía 6 años, sin querer botó una bolsa de arroz que se derramó por todo el piso de la cocina. Cuando Rachel vio el miedo y las lágrimas en los ojos de su hija se dio cuenta que la actitud de madre tiránica estaba asustando a sus hijas. Ella no quería criar así a sus hijas. No quería que ellas le tuvieran miedo.

Se dio cuenta de que habían muchas distracciones en su vida que la estaban poniendo nerviosa. El uso excesivo del teléfono, demasiados compromisos, demasiadas listas de cosas por hacer y una búsqueda de la perfección que la estaba consumiendo. De ahí en adelante decidió relajarse y abandonar esa presión que la estaba afectando. “Quise dejar de lado la perfección y la presión social de hacerlo todo. Cuando dejé de lado la presión interna y las distracciones externas, la rabia y el estrés que tenía dentro de mi lentamente fue desapareciendo”, escribió.

Esto le ayudó a reaccionar mejor frente a los errores y malos comportamientos de sus hijas; de manera más calmada, compasiva y razonable. Se decía a si misma: “Tranquila, esa salsa derramada se limpia y todo estará mejor” o simplemente ayudaba a su hija pequeña con la pala mientras ella barría los cereales que botó al suelo. Y cuando creía que la desesperación la iba a superar, iba al baño, respiraba y se tranquilizaba, recordándose que sus hijas eran pequeñas, que los niños actúan así, que se equivocan… Igual que los adultos.

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Y con el tiempo se dio cuenta de que sus hijas recurrían a ella sin miedo cuando tenían problemas, no la veían como el enemigo del que tenían que esconderse.

La experiencia sirvió como lección para Rachel, quien finalmente comprendió que nunca es tarde para parar de gritar, que los niños perdonan, especialmente si ven que la persona que aman trata de cambiar, que la vida es muy corta para enojarse por leche derramada o zapatos desordenados…

Que no importa que pasó ayer, porque hoy es un nuevo día. Hoy podemos elegir una respuesta tranquila. Y haciendo esto podemos enseñarle a nuestros hijos que la paz construye puentes que pueden ayudarnos en tiempos de problemas. 

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