Por Elvira Vergara
31 julio, 2015

La económico muchas veces opaca a la vida misma…

Las condiciones de vida se están deteriorando. La mayoría de los jóvenes tiene pocas posibilidades de comprarse una casa o incluso alquilar una decente, se está haciendo difícil conseguir puestos de trabajo interesantes; y nuestro entorno natural está siendo borrado a una velocidad abismante.

La sociedad que entrega estos preocupantes resultados es una sociedad que se sustenta en la aspiración: la fe de que si nos esforzamos lo suficiente, podríamos unirnos a la elite. ¿Pero esta vida será mejor que la nuestra o peor?

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Desde la infancia hasta el empleo, la vida niega el amor, niega la mentalidad, y no se nutre de la alegría o la satisfacción, si no que se alimenta de una ambición desesperada y sin sentido que lamentablemente desplaza la niñez, la vida en familia, las alegrías del verano, lo que significa un trabajo significativo y productivo, desplaza a la asombrosa sensación de estar viviendo el momento.

Por ejemplo, en Inglaterra las pruebas estandarizadas se aplican a niños cada vez más chicos, llegando incluso a aplicarse a niños de 4 años. Esto porque buscan que en el futuro esos niños tengan las posibilidades de insertarse en una sociedad de élites.

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Sin embargo, no han medido los efectos negativos que trae a los niños esos intentos desmedidos por “mejorar” la educación. La realidad es que los niños que sufren de crisis de salud mental han aumentado en un 50% entre 1999 y 2014. Cada vez hay más niños ingresando a hospitales a causa de autolesiones, al igual que el aumento de jóvenes con trastornos en alimentación.

Disfrazado de progreso, se nos insta a sacrificar nuestro tiempo libre, nuestros placeres y nuestro tiempo con los amigos, para situarnos en una sociedad exitista y competitiva.  Así, se comprueba lo que el escritor ingles Izaak Walton había dicho ya en el 1653, que los ricos terminan siendo descontentos.

Haz las tareas, aprueba tus exámenes, pasa todas las horas de luz del día frente a tus cuadernos, y tú también podrías vivir como la élite. Pero, ¿quién en su sano juicio querría eso?