Una buena reflexión acerca de nuestra vida actual y lo que hemos perdido.
Esa es la gran pregunta cuya respuesta olvidamos y borramos por completo de nuestras mentes. Actualmente, nos encontramos sumergidos en un tsunami tecnológico con todas sus ramificaciones: Internet, celulares inteligentes, computadoras, correo electrónico, pantallas táctiles -y la más importante- las redes sociales. Estas se han convertido en una parte imprescindible de nuestro diario vivir y han acaparado muchas de las facetas ordinarias de nuestras vidas. Según los resultados de un estudio de WSL/Strategic Retail, el usuario promedio pasa sobre 26 horas semanales conectados en las redes sociales (Facebook, Twitter, Pinterest, etc.).
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Si cerramos los ojos, nos concentramos y viajamos al pasado (cerca, solo al 2002), antes de toda esta revolución digital, ¿qué nos viene a la mente? ¿qué hacíamos? Algunas respuestas a esta incógnita pueden ser: leer libros frecuentemente, practicar deportes, conversar por teléfono, planificar salidas, ver televisión local, ir a la playa, entre otras cosas comunes y corrientes. Pero estas 104 horas mensuales que invertimos de nuestras vidas socializando virtualmente van más allá de simplemente dejar de ver TV y ponernos a usar Facebook en vez.
En la introspección nos damos cuenta de que ya no nos encontramos diciendo que andamos aburridos y sin nada que hacer, nuestro margen de atención y de escuchar ha disminuido, queremos la información rápido, al momento y sin esperar, y las relaciones interpersonales han tomado un giro diferente. Todos esos momentos en los cuales simplemente apreciábamos las cosas sencillas de la vida, dibujábamos sin razón, mirábamos detenidamente el techo, escuchábamos el canto de los pajaritos, caminábamos sin rumbo, explorábamos la ciudad, buscábamos frutos en el parque de la comunidad y nos reíamos solos de nuestras travesuras han pasado a un segundo plano.
Tajma Sisic
Vivimos adictos a este superfluo de información e interconexión, pero ¿es detrás de una pantalla donde descansa nuestra felicidad? No se trata de dejar de utilizar el Internet, si no de canalizar más eficientemente nuestras adicciones y volver al principio, donde la vida bailaba a un ritmo menos estresante y más realista. La vida antes de Facebook permanecerá como un lindo recuerdo que –posiblemente- nunca volveremos a vivir. Pero en los libros de historia lo recordaremos por su misterio, en donde predominaban los debates y el afán por saber que hay más allá de lo que vemos a simple vista.
¿Estás de acuerdo?