Por Teresa Hechem
28 mayo, 2015
Yeeden Belle

“No es necesario demostrar de una manera ridículamente costosa el amor que les tenemos”.

Bunmi Laditan, escritora y obsesionada con los derechos de las mujeres, es quien compartió este texto para hacernos reflexionar sobre los grandes esfuerzos que se hacen hoy en día para que los hijos recuerden una infancia increíble. Pero lo cierto es que organizar planes muy costosos o agobiarnos más de la cuenta no necesariamente los hará tener una mejor niñez.

“Si nuestras abuelas o bisabuelas vieran la presión que las madres nos imponemos a nosotras mismas, pensarían que no es una actitud saludable. ¿Desde cuándo una mamá tiene que pasar días elaborando manualidades con sus hijos o preocupándose de decorarles sus habitaciones con las últimas tendencias de moda?

No creo ni por un segundo que las madres de hoy en día queramos más a nuestros hijos que las de otras generaciones por hacer este tipo de cosas. Siento que solo tratamos de demostrar de una manera ridículamente costosa el amor que le tenemos a nuestros sus pequeños. Y además, lo hacemos en vano. Porque la verdad es que no tenemos que hacer que nuestros hijos tengan una niñez mágica si ésta es inherentemente mágica, incluso cuando no es perfecta. 

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Yeeden Bell

Mi infancia no fue perfecta y mi familia estaba lejos de ser rica, pero mis cumpleaños sí era muy felices porque mis amigos iban a mi casa. No se trataba de las sorpresa o decoraciones perfectas, solo de compartir. Habían globos, corríamos en el jardín y teníamos un pastel. Solo eso, pero lo recuerdo de manera mágica.

Durante las Navidades, por ejemplo, nuestros padres nos entregaban como máximo 2 regalos y no existían esas producciones que se realizan hoy en día. Lo que más recuerdo es estar acostada con mi hermana esperando escuchar que Santa entrara por la chimenea. Así de simple. Y, nunca sentí carencia de nada material. 

Por otro lado, en nuestra casa jugábamos todo el tiempo. No necesitábamos que nuestros padres nos entretuvieran, y si estábamos aburridos, algo nos ingeniábamos. Pienso en esos tiempos y me da gusto recordar lo que se sentía poder jugar sin límites. 

Mis padres se preocupaban de que nos alimentáramos y de que no pasáramos frío. Pero eso era todo. No estaban preocupados de organizar planes todos los días o fines de semana para entretenernos. No estaban pendientes de preguntarnos a cada rato: “¿Necesitas algo, querido?”

Nos dejaban ser niños y divertirnos por nuestra cuenta. 

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Sarah Romano

Creo que los padres de hoy no estamos creando una niñez más mágica para nuestros niños. Jugar con tus juguetes en el suelo ya es mágico, recolectar piedras y guardarlas ya es mágico. En fin… Solo ver el mundo a través de ojos inocentes es algo mágico. 

Me han dicho que a los 5 años me llevaron a Disney. Claramente yo no tengo recuerdos de ese viaje. Solo me acuerdo de haber recogido hojas al frente de mi casa, de haber jugado con nieve o de estar jugando con mi perro. No tengo memorias de esas vacaciones que mis padres se pasaron meses planeando. El lugar más mágico de mi infancia no era el parque de diversiones, era mi hogar. Mi cama, mi habitación, mi jardín, mi familia y mi mente.

Cuando creamos una vida llena de artificios, estamos creando niños que no encontrarán la belleza en lo mundano. Les estamos haciendo un daño a nuestros hijos al criarlos de esta manera. Y si el deseo viene de la presión social o incluso de que tiene que hacerse porque así es la infancia, estamos mal y es tiempo de que debamos revaluar nuestro método”.