Por Teresa Hechem
20 abril, 2015

Tu amabilidad hizo que pudiéramos disfrutar una cena inolvidable.

Testimonio escrito por Christiana Redman.

Querido mesera:

Cuando mi familia y yo cenamos en tu restaurant hace un par de semanas, tú nos recibiste con una gran sonrisa en tu rostro y te presentaste. Incluso no miraste fijamente cuando mi hermano, que tiene parálisis cerebral y otras discapacidades, obviamente te ignoró. No pareció molestarte cuando te seguíamos a nuestra mesa y a la vez, teníamos que perseguir a Phillip para que no se arrancara del lugar. Tampoco le tomaste mayor importancia al hecho de que mi hermano corriera por el lugar en busca de una escoba. Cuando tomaste nuestra orden, fuiste amable y cortés, incluso cuando Phillip seguía intentando levantarse de la mesa para ir a buscar la escoba y luego el canasto del pan. No lo pensaste dos veces cuando te dijimos que mi hermano no pediría nada porque él no comía en restaurantes. Cuando decidimos que sería mejor para Phillip que nos sentáramos en otro lugar para que tuviera más espacio para jugar con la escoba y canasto, tú fuiste tan amable que, además de prestarle todos esos “juguetes”, le dijiste a él que eligiera la mesa que él quisiera. 

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Gracias a tu generosidad y comprensibilidad, permitiste que Phillip hiciera lo que su corazón le decía. Tu gran disposición hizo que mis padres, primos y yo disfrutáramos de una increíble cena y encuentro familiar. Tu voluntad de normalizar la situación nos permitió que pudiéramos conversar ininterrumpidamente y de que incluso pudiéramos disfrutar de un postre y tomarnos una fotografía familiar.

Muchas gracias por la amabilidad y aceptación. Estoy segura de que la próxima vez que cenemos en ese lugar, Phillip estará feliz de jugar nuevamente en tu restaurant.

Se despide afectuosamente,

Una agradecida hermana.

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