Por Teresa Hechem
24 abril, 2015

“Querida enfermera, por favor tenme paciencia porque no quiero hacerlo mal y ser una mala madre”.

Elise Free decidió escribirle una hermosa carta al equipo médico de su hija. La pequeña Addie tiene fibrosis quística. Esta es una enfermedad que provoca la acumulación de moco espeso y pegajoso en los pulmones, el tubo digestivo y otras áreas del cuerpo. Es una enfermedad potencialmente mortal.

“Querido Doctor:

Para ti, Addie es una paciente. Pero para mí es mi bebé. Tu no sabes esto, pero ella ha pasado sus últimos 9 años en hospitales, tratamientos y doctores. Cada vez que te ve, ella recuerda todos esos momentos por eso no simpatiza con esa bata blanca. No sientas que es algo personal si te mira de mala manera, porque estoy segura de que si estuvieras vestido de otra manera, ella simpatizaría contigo.

Querida enfermera:

Cuando te pregunto muchas veces las instrucciones no es porque quiera molestarte. Es porque estoy tan cansada que si no lo escribo, se me van a olvidar a los 10 minutos. Por favor, tenme paciencia. No quiero hacerlo mal y ser una mala madre.

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Querido farmacéutico:

Cuando llamo por una prescripción médica no es porque quiera generar una situación de emergencia, es porque no tengo más y mi hija los necesita. Si llamo muchas veces, me enojo o hablo muy fuerte no es porque no aprecio tu trabajo, es porque estoy enojada conmigo por no poder ser la madre que me gustaría ser. Por favor perdóname.

Querido equipo en general:

Solo les quiero decir 3 palabras que deberían siempre aplicar: por favor escuchen. Solo escuchen. Y sigan escuchando. Ustedes tienen las respuestas pero a veces las dan antes de que sepamos la pregunta. No los estoy desafiando, pero conozco a mi hija. Esta enfermedad es un tema para nuestra familia. Nos cambió la vida.

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Querido Hospital:

Te llamé por centésima vez después de un año completo de que mi hija tuvo dolor de estómago crónico sin alivio alguno. Una gastroenteróloga que era nueva en el hospital, devolvió mi llamada. Ya estaba cansada de pedir tanta ayuda y no recibirla. Hasta que la respuesta de esta doctora me dejó sin palabras: Tú conoces a tu hija, dime qué tengo que hacer”. Al principio estaba espantada. Ella era la doctora, ella era quien tenía que saber. Hasta que ella me explicó que también era madre y que las madres éramos quiénes conocíamos mejor a nuestros hijos y sabíamos que teníamos que hacer. Lo pensé bien y le dije que quería que la ingresaran ese día al hospital. Después de dos días nos fuimos a casa y mi hija se sentía muy bien.

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La doctora no solo me escuchó, sino que también confió en mí. Ella sabía sobre ese curso que no enseñan en la universidad tuvo esa intuición de madre. Y entonces, esas son mis 3 palabras: solo escucha y podrás ser escuchado. Escuchémonos todos”.