“He perdido parte de mi rostro, pero no mi dignidad”.
Armeneh Bahramí tenía 26 años cuando sufrió una agresión que le cambió la vida: un compañero de la universidad le tiró ácido a la cara cuando ella se negó a casarse con él. La joven perdió la vista, sufrió heridas internas y ha pasado por el quirófano más de 20 veces. Su atacante, Majid Movahedi, se quedó observando la angustia de la mujer de cerca y no hizo nada. Armeneh comentó que su único crimen fue ser bella.
En Irán, la ley del Talión (ojo por ojo) es legal. Sin embargo, Ameneh perdonó a su agresor y lo salvó de perder el suyo. Pero a sus 34 años ella se arrepiente de haberlo perdonado y está presentando un libro sobre su experiencia que se llama precisamente “Ojo por ojo”. La iraní, que se debate entre el perdón y el rencor, se ha enfrentado de manera valiente a las tradiciones de su país. Dentro de sus confesiones, declaró que la palabra perdón le parece necesaria, aunque no sirve para personas como el hombre que la atacó.
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En el libro ella relata en primera persona su espeluznante historia: “Por asombroso que parezca he logrado recuperarme y ocho años después de aquel horrible punto y aparte en mi vida, siento que por fin tengo fuerza suficiente para contar mi historia. Todavía duele, me remueve las entrañas, me entristece y algunos días casi me desespera. Pero tengo que contarla”.
“Este libro debe servir para que nunca se vuelva a repetir un caso como el mío. Para que jamás ninguna otra mujer o niña vuelva a ser víctima de un ataque con ácido. Para que nadie vuelva a escaldar ni abrasar a una mujer por el mero hecho de tener voluntad propia”.
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Este documento es una narración sincera, marcada por el dolor, la desesperanza y la ira, pero también llena de preguntas, muchas de ellas sin respuesta, en la que trasciende el deseo de luchar “para que ninguna mujer vuelva a pasar un calvario así”, insiste.
Ameneh no quiere que su sufrimiento se olvide. “Mi experiencia debe servir de ayuda a todas aquellas personas que se enfrenten a un duro golpe del destino, para mostrarles que, incluso cuando uno se encuentra en la oscuridad más profunda, puede recuperar la esperanza. Los malos momentos nos convierten en lo que somos. Quien pasa por circunstancias difíciles aprende a apreciar mejor el lado bonito de la vida. Perder algo resulta duro, pero también desata fuerzas insospechadas”.
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“He perdido parte del rostro, pero, después de todo lo que me ha ocurrido, no he perdido la dignidad… Lo que no me pudo robar es mi vista interior, mis principios, mi imaginación”.
Sin lugar a dudas que esta es una historia increíble que nos hace cuestionarnos muchas cosas.
¿Qué piensas sobre ella?