Por María Gana
5 junio, 2015

¡Qué situación más incómoda!

Esta historia me la contó el amigo de un amigo que la había leído en algún sitio web de alguna parte del mundo… En fin, que me causó gracia, y quiero compartirla con ustedes.

Comienza así:

El bus paró y era el turno de la chica para subirse. Confundida, se dio cuenta de que su falda estaba muy ajustada por lo que no le dejaba levantar la pierna a la altura del primer escalón del bus. Un poco avergonzada y con una rápida sonrisa al conductor, ella alcanzó a desabrochar un poco el cierre de su falda pensando que esto le permitiría levantar la pierna. Lo intentó pero no pudo.

Entonces, un poco más avergonzada aún, nuevamente buscó el cierre para abrir un poco más su falda… Tampoco pudo hacerlo. Otra vez, le sonrió al conductor, y por tercera vez intentó lo mismo, volviendo a fallar. A estas alturas, el chico que estaba parado tras ella ya estaba un poco impaciente, por lo que la tomó delicadamente desde la cintura y la depositó arriba del bus.

Ella se enojó muchísimo y se dio vuelta para gritarle al “buen samaritano”: ¡Cómo te atreves a tocarme! ¡Ni siquiera sé quién eres! El chico sonrió y dijo: “Bueno, disculpa, normalmente estaría de acuerdo contigo pero después de que me bajaste el cierre de mi pantalón tres veces, imaginé que ya éramos amigos”.

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