Ella no se encontraba satisfecha con su vida. Una mujer le enseñó a ver las cosas de otro modo

Lo valioso está más cerca de lo que crees.

Ella escribió un artículo para contar su experiencia sobre cómo un simple consejo de una monja le ayudó a apreciar más su vida. Hailey Bartholomew es una documentalista, fotógrafa y escritora con residencia en Australia, desde ahí nos cuenta mediante blogs sus opiniones, vivencias o lo que sea que quiera expresar. Hace 6 años su presente no era como el de ahora, Hailey se sentía desanimada, estaba insatisfecha con su realidad; deseaba que su marido fuera más romántico, que sus hijos crecieran rápido, no tener problemas, dudaba de la carrera que había estudiado, y así seguía una lista interminable de inseguridades y descontentos que le pesaban diariamente.

Buscando ayuda, encontró consuelo y apoyo en una monja. Ella se desahogó completamente, le expresó todas sus dudas y problemas con los que tenía que lidiar. La religiosa era atenta y alegre. Fueron encuentros pausados, ideales para la reflexión y el conocimiento de uno mismo. La mujer le dijo estas simples palabras: Hailey… el secreto a la felicidad es la reflexión y la gratitud. Tómate el tiempo cada día para escribir o anotar sobre lo que quieras agradecer.” Esta frase la desconcertó y la dejó un poco decepcionada. No pensaba que podía ser tan fácil.

Apenas llegó a su casa, tomó su ipad y se sentó en la cama a pensar sobre lo que había ocurrido en el día. Pero no pudo escribir ni una línea, porque se dio cuenta de que había una diferencia entre sentir que uno debe estar agradecido por algo y sentir verdaderamente esa gratitud. De todas formas, se comprometió a seguir el consejo de la monja y escribir los sentimientos genuinos de gratitud que fuera sintiendo durante los próximos días. Fue un proceso de mucha reflexión y de a poco vio que las cosas empezaban a mejorar.

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Luego de un tiempo dejó de escribir y comenzó a tomar fotografías con su cámara de polaroids. Decidió que iba a seguir así por lo menos un año: registraría cada día por lo menos una imagen que le llamara la atención por el buen sentimiento que le aportaba. Durante el proyecto se pudo dar cuenta de que su esposo la amaba en miles de maneras diferentes; era tierno con sus hijos, les cantaba por las noches, a ella le tomaba la mano en el auto, le compraba helados cuando hacía calor… Y supo que antes no había podido percatarse de todo eso, porque su visión estaba oscurecida y que cuando tuvo impulso reales de buscar lo que sentía que había perdido, se encontró con que en el fondo había mucho más que el ideal que tenía en la cabeza.

Descubrió también que uno puede extraer belleza incluso del desorden y la incomodidad. La gratitud se puede encontrar en donde sea, sólo hay que tener los ojos abiertos. El momento del que se siente más agradecida es cuando cayó en la cuenta de eso. Fue el regalo que la monja le dio. Capturar momentos de belleza por todo un año para sanarse a sí misma.