Por Renato Satta
26 octubre, 2014

Las habilidades básicas para las matemáticas no vienen de la genética, sino del esfuerzo y la dedicación para realizar los ejercicios.

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Original imagen: doviende / Flickr

“Simplemente no soy una persona matemática.”

 

Lo escuchamos todo el tiempo y a veces querer ser una “persona matemática” es una de las cosas más autodestructivas del mundo. La verdad es que probablemente sí sirvas para las matemáticas, y por pensar que no, posiblemente estás paralizando tu propia carrera. Peor aún, puede que estés afectando a niños con menores capacidades de aprendizaje, incentivando el mito que dice que la capacidad de las matemáticas es innatamente genética.

 

Claro, aunque la habilidad matemática si puede ser genética en algún grado. Un famoso matemático de la Universidad de California, Terence Tao, publica decenas de artículos en importantes revistas cada año, y es solicitado por investigadores de todo el mundo para ayudarles en las partes más difíciles de sus teorías. Realmente ninguno de nosotros podría llegar a ser tan bueno en matemáticas como él, no importa lo mucho que lo intentemos o lo bien que nos hayan enseñado. Pero el punto es que entendamos que para las matemáticas del colegio por ejemplo, el talento innato es mucho menos importante que el trabajo duro, la preparación, y la confianza en uno mismo.

 

¿Cómo sabemos esto? En primer lugar, hemos enseñado matemáticas durante muchos años, como profesores, asistentes o monitores y profesores particulares. Una y otra vez, hemos visto que se repite el siguiente patrón:

 

1. Diferentes niños con diferentes niveles de preparación entran a una clase de matemáticas. Algunos de estos niños tienen padres que los han guiado para estudiar matemáticas desde pequeños, mientras que otros nunca tuvieron ese tipo de influencia por parte de sus papás.

 

2. En las primeras pruebas, los niños que están bien preparados obtienen puntajes perfectos, mientras que los niños que no están tan preparados reciben sólo lo que podían entender, tal vez el 80 o 85% de la evaluación.

 

3. Los niños sin preparación, sin darse cuenta de que los mejores puntajes eran de otros que estaban bien preparados, asumen que la capacidad genética es lo que determina las diferencias en el rendimiento. Decidiendo que “simplemente no son personas matemáticas”, no se esfuerzan en las clases que siguen teniendo y con el tiempo se quedan atrás frente a sus compañeros.

4. Los niños que están bien preparados, sin darse cuenta que los otros estudiantes simplemente no tenían los suficientes conocimientos, asumen que tiene “mente matemática”, y trabajan duro en el futuro, consolidando su ventaja.

 

Por lo tanto, la creencia de que la habilidad matemática no puede cambiar con el tiempo, se convierte en una profecía cumplida por nosotros mismos.

 

La idea de que la capacidad matemática es principalmente genética viene de la falacia que afirma que la inteligencia también viene de los genes. La mayoría de las revistas académicas constan con una gran cantidad de trabajos y estudian la visión del mundo que hay detrás de esta profecía. Por ejemplo, Patricia Linehan, psicóloga de la Universidad de Purdue escribe:

 

En base a una gran cantidad de estudios realizados sobre las concepciones de la capacidad, se han mostrado dos orientaciones hacia la capacidad. Una es de los estudiantes con una orientación incremental creen que la capacidad (o la inteligencia) es dócil, lo que la convierte en una cualidad que aumenta con el esfuerzo. Y la otra, es la de los estudiantes con una orientación a la entidad que creen que la capacidad no es dócil y que no aumenta con el esfuerzo.

 

La orientación a la entidad es la que dice si eres inteligente o no, y punto. Esta conduce a malos resultados, lo que ha sido confirmado por muchos otros estudios. La importancia de las matemáticas es mostrada por investigadores de Oklahoma City, en Estados Unidos, que recientemente han encontrado que la creencia de la capacidad innata de entender las matemáticas puede ser responsable de gran parte de la brecha que existe en esta ciencia.

 

Los sicólogos Lisa Blackwell, Kali Trzesniewski, y Carol Dweck, nos nombran las siguientes posturas para determinar las creencias de la gente acerca de la inteligencia:

1. Uno tiene una cierta cantidad de inteligencia y realmente no se puede hacer mucho para cambiarla.

2. En gran medida, siempre se puede cambiar lo inteligente que eres.

 

Ellos encontraron que los estudiantes que coincidieron con la alternativa 2, que en gran medida siempre se puede cambiar lo inteligente que eres, son los que obtienen calificaciones más altas en sus clases. Pero como Richard Nisbett relata en su libro La inteligencia y cómo conseguirla, estos sicólogos hicieron algo mucho más notable:

 

Dweck y sus colegas trataron de convencer a un grupo de una minoría de estudiantes de secundaria que la inteligencia es muy trabajable y se puede desarrollar por el esfuerzo… que el aprendizaje cambia el cerebro mediante la formación de nuevas conexiones… y que los estudiantes son los que están a cargo de realizar este cambio.

 

¿Y cuáles fueron los resultados? Convencer a los estudiantes de que ellos mismos podían hacer que fueran más inteligentes por medio del trabajo duro les llevó a trabajar más y obtener mejores calificaciones. La intervención tuvo el mayor efecto para los estudiantes que desde un comienzo creían que la inteligencia era genética. (Y a otro grupo, que se les enseñó cómo funciona la memoria, no mostró tales ganancias.)

 

Pero el efecto más dramático no fue mejorar las calificaciones, Dweck informó que algunos de los chicos de secundaria con los que trabajó se emocionaron hasta las lágrimas por saber la noticia que su inteligencia estaba principalmente bajo su control. No es lo más emocionante ir por la vida creyendo que naciste tonto y que estás condenado a permanecer de esa manera.

 

La creencia de muchas personas de haber nacido así, y estar condenados a permanecer de esa manera, es totalmente una mentira. El Coeficiente intelectual puede mejorar con el esfuerzo. Y ya que la verdad puede ser difícil de creer, aquí hay conjunto de excelentes libros para convencerte que la mayoría de la gente puede ser inteligente en muchos aspectos, si trabajan bastante por lograrlo:

 

  • El arte de aprender por Josh Weitzkin
  • Caminando a la luna con Einstein por Joshua Foer
  • Las Claves del Talento por Daniel Coyle
  • El talento está sobrevalorado de Geoff Colvin

 

Y, ¿por qué centramos este estudio en las matemáticas?. Por un lado, las habilidades matemáticas son cada vez más importante hoy en día para conseguir buenos empleos, por lo que creer que te es imposible aprender matemáticas se vuelve algo totalmente autodestructivo. Pero por otro lado, también creemos que la matemática es el área donde es más arraigada la “falacia de la capacidad innata”. Si podemos convencer a la gente, que cualquier persona puede aprender matemáticas, debería ser un pequeño paso para convencerte que puedes aprender casi cualquier cosa, si trabajas lo suficiente por conseguirlo.

 

El estudio se basa en Estados Unidos, y se hacen la pregunta si ellos son más susceptibles que otras naciones a la peligrosa idea de que la habilidad matemática es genética. Su evidencia es sólo anecdótica, pero sospechan que ese es el caso. Mientras que los estudiantes americanos de cuarto y de octavo grado puntúan bastante bien en matemáticas en las comparaciones con países internacionales, sobrepasando a países como Alemania, Reino Unido y Suecia, sus estudiantes de secundaria desempeñan un puntaje inferior a estos países por un amplio margen. Esto sugiere que la capacidad innata de los estadounidenses es tan buena como la de cualquiera, pero que no son capaces de sacar provecho de esa capacidad a través del esfuerzo. En respuesta a los mediocres resultados de matemáticas de las escuelas de secundaria, algunas voces influyentes en las políticas de educación de Estados Unidos han sugerido simplemente enseñar menos matemáticas, Andrew Hacker ha pedido que el álgebra ya no sea un requisito. Por supuesto, la razón de esta decisión es que un gran número de niños estadounidenses simplemente no nacen con la capacidad de resolver este tipo de ejercicios.

 

Creemos que este enfoque es desastroso e incorrecto. En primer lugar, deja a muchos estadounidenses mal preparados para competir en un mercado global con extranjeros que si se esfuerzan por desarrollar sus capacidades. Pero aún más importante, puede contribuir a la desigualdad. Varias investigaciones han demostrado que las habilidades técnicas en áreas como el software están marcando cada vez más la diferencia entre la clase media alta de Estados Unidos y su clase obrera. Mientras no creamos que la educación es una cura para la desigualdad, y que las matemáticas no son necesarias para trabajos que son cada vez más automatizados, seguiremos creyendo los mitos sobre el aprendizaje y la inteligencia creados por nuestra sociedad.

 

Demasiadas personas van por la vida aterrorizados por las ecuaciones y los símbolos matemáticos. Creemos que a lo que muchos de ellos tienen miedo es “probarse” a sí mismos que no son genéticamente inferiores al no comprender al instante las ecuaciones (cuando, por supuesto, en realidad, incluso un profesor de matemáticas tiene que leer con atención). Así que reaccionan a todo lo que sea matemáticas, protestando: “Yo no soy una persona de matemáticas”, por lo que se excluyen de un buen número de oportunidades de carreras lucrativas. Creemos que esto tiene que parar. Nuestro punto de vista es compartido por el economista y escritor Allison Schrager, quien escribe en base a muchos de nuestros puntos de vista.

 

Una forma de ayudar a las personas para destacarse en matemáticas es copiar el enfoque de los japoneses, chinos y coreanos. En el libro de la inteligencia y cómo conseguirla, Nisbett describe cómo los sistemas educativos de los países de Asia del Este se centran más en el esfuerzo que en el talento innato:

 

1 “Los niños en Japón van a la escuela cerca de 240 días al año, mientras que los niños en los Estados Unidos van a la escuela cerca de 180 días al año”.

2. “Los estudiantes de secundaria japoneses de la década de 1980 estudiaban 3 ½ horas al día, y ese número es probable que sea mayor en la actualidad”.

3. “Los habitantes de Japón y Corea no tienen que leer este libro para saber que la inteligencia y los logros intelectuales son altamente trabajables”.

4. “Cuando hacen algo mal, las culturas asiáticas responden trabajando y esforzándose más en ello”.

5. “Darle la cara al fracaso con persistencia es una parte muy importante de la tradición asiática de la auto-mejora. Y la gente de esos países está acostumbrada a la crítica por la auto-superación en situaciones en que los occidentales normalmente preferimos evitar o lamentar”.

 

Como sicólogos, ciertamente no queremos que el sistema educativo de Estados Unidos copie todo lo que hace Japón (y seguimos siendo agnósticos respecto a la sabiduría de Confucio). Pero nos parece que el énfasis en el esfuerzo es una característica no sólo de Asia moderna, sino del pasado de Estados Unidos también. Al volver a enfocarnos en el esfuerzo, este país estaría volviendo a sus raíces, no sólo copiándole a los exitosos países extranjeros.

 

Además de imitar algunos trucos de los japoneses, al menos también tenemos una idea de estilo americano para hacer que los niños sean más inteligentes: tratar a las personas que se esfuerzan en el aprendizaje como héroes y modelos a seguir. Alabamos a nuestros héroes deportivos quienes enfrentan las faltas de talento a través de la persistencia y la disciplina; entonces ¿por qué nuestra cultura educativa debería ser diferente?.

 

Creemos que la educación matemática, es sólo el área más evidente de un cambio lento y preocupante. Vemos que nuestros países se alejan de una cultura del esfuerzo hacia una cultura de la creencia en el determinismo genético. En el debate entre “naturaleza versus crianza”, un tercer elemento crítico de perseverancia y esfuerzo personal parece haber sido dejada de lado. Queremos traerlo de vuelta, y pensamos que las matemáticas son el mejor lugar para comenzar.

 

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