A veces mínimos detalles marcan la diferencia en la relación con tus hijos.

Lauren Gromier es una bloguera norteamericana que cuenta sobre su experiencia como madre en diferentes medios. En una de sus columnas describe la vez que su hijo decidió renunciar a pedirle cosas.

Ella tiene dos hijos pequeños, Samuel y Eli que duermen juntos en la misma habitación. Una de sus rutinas era así: lavarse los dientes, ponerse el pijama, contar historias, un par de mimos… Y luego Eli le pedía un vaso de agua y un abrazo. Obviamente esto se daba después de un día largo y agotador en que Lauren necesitaba tener tiempo para ella y para ordenar, limpiar y otras tareas que siguen pendientes una vez que los niños se van a dormir.

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@rippled_dream

Todas las noches era algo por el estilo: Lauren escuchaba el grito de su hijo pidiendo agua y ella cansada gritaba de vuelta: ¡Ya voy! ¡Dame un minuto! Obviamente esta espera duraba diez o quince minutos pero era algo normal. Hasta que un día su marido le contó que Eli le había dicho: “Mamá siempre se pone gruñona cuando la llamo para que me abrace así que ya no le pregunto más”.

Ella se sintió tan mal que fue corriendo a abrazar y besar a su hijo que recibió con felicidad estas caricias. No se había dado cuenta de lo importante que era para su hijo esta rutina. La reflexión de Lauren sobre esto es que si su hijo decidió dejar de preguntarle sobre esto quizá cuantas otras cosas mucho más importantes podría dejar de preguntarle. Quizás podría llegar a perder la confianza y su relación con él.

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@Phuong_M_Tran

Por eso ella tomó la decisión de siempre estar disponible, aunque muchas veces cueste o sea necesario que su hijo tenga que esperar por su reacción. Obviamente los niños deben aprender a tener paciencia y tener claro que ellos no siempre son la prioridad, pero es su debe como madre tener una buena actitud: “Ahora le doy largos abrazos y si le digo voy en un minuto, intento que sea un minuto”, escribe hacia el final de su columna.

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