Por Teresa Hechem
21 abril, 2015

No es justo que otros no puedan tener un ángel como él en sus familias.

Este testimonio fue escrito originalmente por Rene’ Steelman, madre de un chico con parálisis cerebral. 

Cuando mi marido y yo queremos tomarnos unas pequeñas vacaciones, tenemos que preocuparnos de quién cuidará a nuestro hijo de 28 años de edad. Él nació con una hernia diafragmática después de un parto complicado. Sufrió daño en su cerebro, que le ocasionó una parálisis cerebral severa. Es el último de nuestros 6 hijos. Fue y ha sido el “bebé” de la casa. Todos siempre se han preocupado de cuidarlo y entretenerlo. Y son mis hijos quienes se encargan de él cuando con mi marido tenemos una cita.

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Cuando ya cumplió su etapa escolar, nos mudamos y cambiamos de ciudad. No fue fácil dejar todos los amigos o historias atrás, pero decidimos comenzar una nueva etapa. Él ha madurado y se ha convertido en un hombre joven y nosotros ya nos estamos poniendo viejos. Muchas personas nos preguntan quién lo cuidará en el futuro y nosotros respondemos que sus hermanos. Y, en seguida nos afirman que eso es algo injusto. Pero, tratar de explicarle a todos lo que su presencia se ha significado en nuestras vidas, es realmente imposible:

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Gracias a un golpe de suerte, la mayoría de nuestros hijos viven cerca de nosotros. Estamos bendecidos por su presencia y más aún por la de nuestros nietos. Cuando nuestro hijo se queda en la casa de algún hermano, todos lo reciben muy emocionados. ¿Es justo? No, no es justo que otros no puedan tener un ángel en sus familias como nosotros. ¿Es su responsabilidad? Sí, tal y como les hemos enseñado a ayudar a un hombre que se le estropea la rueda en el camino.

Me siento bendecida por el esposo y los 6 hijos que tengo. Me han dado clases magistrales de lo que significa el amor incondicional, el cómo amar a los demás más que a mí misma, y cómo ayudar a los demás para sentir el amor que creemos que Cristo tiene para todos nosotros.