12 mitos indignantes sobre el bronceado que deberías eliminar ahora de tu subconsciente

Esperamos que estas aclaraciones hagan que le tomes el peso a este tema. 

Todos sabemos que el sol y las camas bronceadoras son dañinas para nuestra piel y salud. Los especialistas nos han advertido innumerables veces que la exposición al sol natural o artificial nos puede causar cáncer y puede llegar a ser mortal. Aquí te revelamos 12 mitos sobre el bronceado que deberíamos dejar de creer al instante, por nuestro bien y el de los demás:

1. El bronceado no causa el tipo mortal de cáncer de piel

La exposición a los rayos ultravioleta causa el 90% de todos los casos de melanoma y, de hecho, el melanoma es causante de la mayoría de las muertes relacionadas con el cáncer de piel.


2. El bronceado es seguro para los niños y adolescentes

Cuanto antes se inicie el bronceado, mayor será el riesgo de cáncer de piel, pues mayor es el daño acumulado.


3. Los cánceres de piel no son un gran problema

El carcinoma de células basales y escamosas son bastante comunes, y por lo general no llevan a la muerte. Sin embargo, pueden causar lesiones rojas y marrones feas que necesitan ser removidas quirúrgicamente y que, además, requieren de supervisión médica.


4. Los rayos UVB son malos, pero los UVA no son un gran problema

Los rayos UVB causan impacto sobre la piel de forma inmediata, como por ejemplo quemaduras. Los rayos UVA son aquellos que causan más impacto negativo contra la piel a largo o mediano plazo, ya que penetran profundamente en las capas de la piel, pudiendo pasar desapercibidos. Ambos son peligrosamente dañinos.


5. No tienes que preocuparte si usas modelos nuevos de camas bronceadoras (tipo solarium)

No es cierto.Un análisis de 31 estudios de camas bronceadoras se usó para comparar el riesgo de melanoma antes y después del año 2000 y no encontraron diferencia alguna.


6. Si no te quemas, no existe riesgo de cáncer

Una quemadura de sol es solo un signo visible de la respuesta inflamatoria de la piel a los rayos UV. Los rayos de sol dañan la piel independientemente si te quemas o no, por lo que no es un referente claro.


7. Broncearse es una fuente importante de vitamina D

No necesariamente. Esta fuente depende de muchos factores para que sea cierta. Y hay otras maneras de obtener Vitamina D sin tener riesgo de cáncer de piel, como consumiendo leche o yogurt.


8. El bronceado disminuye tu riesgo de cáncer por la vitamina D

¡NO! Ni siquiera lo pienses como una excusa…


9. Broncearte te ayudará a perder peso

Este es uno de los mitos más extraños y falsos. Hay personas que creen que el bronceado estimula la hormona tiroidea, provocando de alguna manera la pérdida de peso. La Dra. Bordone de la U. de Columbia dice que nunca en su vida ha escuchado eso, y la verdad es que no hay ninguna relación clara al respecto.


10. El protector solar es tóxico

Si estás preocupado porque algunas lociones podrían tener ingredientes “tóxicos”, elige unos que no contengan metales. Los podrás encontrar en productos para bebés. Además, ten en cuenta que los protectores solares en lugar de ser absorbidos por la piel, se quedan en la parte superior de ésta reflejando los rayos del sol.


11. El bronceado no acelera las arrugas

NEJM 2012

La mejor refutación a este mito viene de un caso de un hombre de 69 años de edad (foto de arriba) quien fue un conductor de camión de pedidos por 28 años. Debido a que los rayos ultravioletas traspasaban las ventanas, su lado izquierdo de su rostro se volvió más arrugado que el derecho.


12. Un bronceado base es un “protector natural”

La luz solar es una forma de radiación. Y cuando ésta penetra tu piel, puede mutar el ADN en células de la piel. El sol daña tu piel sin importar tu color de piel, así que ni blancos ni morenos deben sentir que están libres de peligro.

Esperamos que la aclaración de estos mitos te haga pensar más seriamente sobre este tema y dejes definitivamente de broncearte o al menos no lo hagas sin protector solar. El sol y las cámaras bronceadoras son muy dañinas y es mejor prevenir que lamentar una enfermedad grave o, en el peor de los casos, una muerte anticipada.