Por Álvaro Valenzuela
17 julio, 2015

Después de 25 años de experiencia siendo pediatra y cuidar a cientos de niños, el doctor Stephen Cowan decidió contar 11 lecciones que ha aprendido de sus diferentes pacientes y de los padres que suelen llevarlos:

1. El crecimiento y el desarrollo no son una carrera

En la actualidad estamos muy apurados por crecer. En nuestro mecanizado y post-industrializado mundo de velocidad y eficiencia, se nos ha olvidado que la vida es un proceso de madurez. Para tener una buena fruta se necesita nutrir raíces fuertes. Presta atención a la tierra que mantiene la vida de tu hijo: ve a caminar con él, come con él, jueguen juntos, cuéntale una historia de alguna experiencia tuya cuando niño.


2. Crear tradiciones familiares fomenta raíces familiares fuertes y una vida sana

Esto toma tiempo y práctica. Las tradiciones personales son sagradas porque fortifican los lazos de amor e intimidad y construyen una especie de confianza que llevará tu hijo a través de este mundo.

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@rebeka_gombos

3. Crecemos en ciclos

Hay un ritmo y un pulso para la vida de cada niño – a veces rápida e intensa, a veces lenta y calma. Cada paso de la vida de un niño es un tiempo de descubrimientos y sorpresa. Después de todo aprender no es solo un proceso de almacenar información. Es el proceso de transformar nuestras ideas, y a veces requiere olvidar para verlo con ojos nuevos. Algunos niños dan un paso hacia atrás antes de dar un gran salto hacia adelante. Crecer en ciclos significa que no tenemos solo una oportunidad para aprender las cosas. La misma lección volverá una y otra vez mientras pasemos las etapas de nuestra vida. Hay un profundo perdón en esta manera de entender la niñez  porque les quita presión a los padres de “hacerlo bien” a la primera.


4. Estimulación no es lo mismo que indulgencia

No estamos en un concurso de criar pequeños reyes y reinas. Los reyes no se manejan bien en nuestra sociedad. Estudios recientes han mostrado que la indulgencia debilita el poder de tu hijo de sobrevivir, desinflando la motivación y disminuyendo sentimientos de éxito. Estimulación significa poner coraje en nuestro niño, no hacer cosas por él. Crear un ambiente de apoyo que abra un camino para empujar a nuestro hijo a seguirlo. El amor incondicional es el andamio que estimula a tu hijo a correr riesgos, a experimentar y a fracasar. A veces estimular a tu hijo significa apartarse un poco y estar ahí para apoyar cuando las circunstancias lo ameritan pero confiando en su ingenuidad.

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@leef_yoglu

5. Irritarte es una práctica espiritual y los niños son nuestros guías espirituales

No necesitas un caro retiro espiritual para ser un iluminado. Tu pequeño profesor está en frente tuyo ofreciéndote verdadera sabiduría de manera gratuita. Nuestros niños ven todos nuestros movimientos cuando son pequeños, estudiando nuestras inconsistencias mientras aprenden a sobrevivir en este loco mundo. Y van a preguntar cómo hacerlo. Cuando un niño te irrita o te provoca recuerda: es tu paciencia, no la de él. Tómate el tiempo de escuchar lo que tu hijo está tratando de enseñarte. Uno de los secretos de la paternidad es nuestra disposición de transformarnos a nosotros mismos por amor a nuestros hijos.


6. Un síntoma es la forma del cuerpo de decirnos que algo tiene que cambiar

La buena medicina pregunta qué nos está tratando de decir el síntoma, más que simplemente suprimirlo. Nuestro cuerpo es inteligente y sin embargo muchas de la publicidad farmaceútica trata de convencernos de que hay algo malo con esos síntomas. Porque no confiamos en la inteligencia de nuestro cuerpo. Pero los niños me han enseñado que los síntomas como la fiebre no son el problema, sino que la temperatura es la forma del cuerpo de decirnos qué está pasando. Si el niño es juguetón quizás no tengas que suprimir la fiebre. Significa que el cuerpo está tratando de hacer un calor metabólico para movilizar el sistema inmunológico.

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@aleynnn34

7. Tienes que estar preparado

En estos días yo practico lo que llamo “medicina preparatoria” en vez de medicina preventiva, de esta forma no vemos enfermarse como un fracaso. Estar sano no significa que nunca nos enfermaremos. la vida es un viaje de altos y bajos y el crecimiento de un niño está en constante flujo. Un sistema inmune resistente es el que aprende como enfermarse y recuperarse. Vivir una vida demasiado limpia nos priva de la información necesaria para estar plenamente preparados para recuperarnos. Una buena nutrición, hidratación, probióticos, descanso y ejercicio son los mejores aliados. Lo más importante es celebrar cuando tu hijo se mejore más que enfocarse cuando se enferme.


8. Sanar toma tiempo

En las emergencias medicinas fuertes son necesarias para salvar vidas pero en la infancia la mayoría de los problemas no son emergencias. Más que una medicina fuerte se necesita tiempo. Cuando nos tomamos el tiempo de recuperarnos, la enfermedad se convierte en un viaje de descubrimiento. Empezamos a ver la salud y la enfermedad como dos lados de la misma moneda.


9. El secreto de la vida es dejar ir

Las cosas después de cierto tiempo se transforman en otra cosa. Como el verano viene después de la primavera, gatear se transforma en caminar. Balbucear se transforma en hablar. La infancia le da paso a la adolescencia. Inhalar y botar el aire. Uno come y luego va al baño. La vida tiene su ritmo y cada niño su propio tiempo de dejar ir.

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@aliciaflyy

10. Confía en ti mismo: tú eres el experto en tu hijo

Lo más importante que les puedo decir a los padres es confiar en ellos mismo. Los niños me han enseñado que no saber nada abre los poderes de la intuición. La paternidad comienza con un corazón abierto hacia la vida de nuestros hijos sin miedo o pánico. Lamentablemente estamos invadidos de mucha información aterradora que interfiere con la habilidad de nuestra propia intuición.


11. Mira a largo plazo

Porque es fácil quedar atrapado en la inmediatez de un problema, especialmente a las 2 de la madrugada. Habiendo visto cientos de niños crecer hacia la adultez, lo que a veces parece un gran problema a los cuatro meses o a los 14 años al final no es más que un bache en el camino. Los niños me han enseñado a mirar el largo camino de la vida. Cuando miramos atrás y vemos la gran imagen de nuestras vidas descubrimos sabiduría y compasión.

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