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No conoces la grandeza del desierto, hasta que lo encuentras salpicado grandiosamente por montañas nevadas.
Mi recorrido por Bolivia fue bastante corto. Sólo un par de semanas en las que me encontré con incontables contrastes, desde sanitarios que no son más que insalubres agujeros en el suelo, hasta vecindarios llenos de Burger King’s ¡Pero por qué alarmarse si esto es algo que vemos en toda Sudamérica! Desde Tierra del Fuego hasta el Cabo de la Vela, aquí todos los contrastes logran funcionar, entre muchas cosas, gracias a la grandeza de su geografía.
Después de mi breve paso por la maravillosa ciudad de Sucre, inicié mi recorrido por el desierto boliviano que me dejó simplemente sin palabras (bueno, ahora debo intentar traerlas de vuelta para compartir mi experiencia con ustedes). El tour tiene una duración de tres días, y si bien hay opciones de hacerlo en menos tiempo, vale totalmente la pena sumergirse en el desierto mientras más puedas.
La primera parte del tour nos lleva al maravilloso cementerio de trenes, donde “descansan” los primeros de ellos que llegaron a Bolivia alrededor de 1930: antiguos trenes de vapor que reposan en medio de un vasto desierto a tan sólo 20 minutos de la ciudad de Uyuni.
Después de este fascinante, aunque bastante corto recorrido por la historia férrea de Bolivia, pasamos al que para todos fue el plato fuerte del tour: el Salar de Uyuni, el desierto de sal más grande del mundo, la mayor reserva del preciado litio en la Tierra. Como tuve la suerte de poder recorrerlo en temporada de lluvia, fue un verdadero deleite fotográfico, gracias a la increíble forma en la que se reflejan los colores sobre el blanquísimo e inundado desierto, creando la ilusión de que estás caminando sobre el mismo cielo ¡Ah! Y por cierto, el Salar de Uyuni es probablemente la mejor carretera de Bolivia, no hay ningún sobresalto y lo recorres en aproximadamente 2 horas y medía.