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A veces es mejor dejar cosas de lado para absorber toda la experiencia.
Me considero una persona organizada y previsora, por lo que soy de las que intenta organizar al máximo su viaje. Pero si hay algo que he ido aprendiendo es que a veces surgen imprevistos y no se puede hacer todo lo planificado; además de que podemos terminar perdiéndonos de muchas cosas de nuestro alrededor por realizar lo que todos nos dijeron que “hay que hacer”.
Es posible que las personas que ya han estado en el mismo destino al que fuimos, nos cuenten vivencias distintas a las que tuvimos. Si bien esto puede dar la sensación de que no fuiste a ese lugar o que te has dejado un montón de cosas que hacer y visitar, la realidad es que cada uno hace su viaje de una manera distinta.
Viajar es muy personal y dependerá de la época del año en que se realice, de tus intereses en ese momento, del tiempo de estancia y de la compañía, entre otro sin fin de cosas. Por lo tanto, visitar el mismo destino no implica ver las mismas cosas que otros, pero de todas maneras nos estresamos con la idea de que debemos conocerlo todo. Sí, es cierto que en cada lugar no se tienen que olvidar los lugares famosos como el Coliseo en Roma, el Empire State en Nueva York o la Sagrada Familia en Barcelona, pero aun así debemos hacer el viaje nuestro.
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No es que esté en contra de los viajes organizados por agencias turísticas, pero creo que al viajar por tu cuenta también se aprende. Y una de esas enseñanzas es saber disfrutar de cada momento.
Lo primero que aconsejo hacer es olvidarse del reloj, intentar no tener horarios y hacer una parada en el camino para disfrutar de una terraza frente al mar, sentarse en un banco de la plaza principal o contemplar la vista desde un mirador.
En definitiva, no pasa nada por no cumplir con lo previsto, si estás a gusto aquí y ahora entonces prolonga ese momento el tiempo que desees y disfrútalo.