Por Catalina Vásquez
31 marzo, 2015

Este hombre nos cuenta su impactante experiencia en un mundo sin agua potable. 

Ducharnos, regar el jardín o tomar un vaso de agua, requieren única y exclusivamente del simple paso de abrir una llave. O por lo menos eso es lo que creemos… Para generar conciencia de las necesidades que no somos capaces de llegar a dimensionar que otros tienen en este mundo tan desigual, es que decidimos compartir estas 3 conmovedoras historias que presenció y vivió Tyler Riewer, durante sus viajes alrededor de un mundo que no conoce el agua potable.

Tyler Riewer es el asesor de contenidos en Charity: Water, una organización sin fines de lucro, con sede en Nueva York, Estados Unidos, que trabaja para llevar agua potable a países en vías de desarrollo. A continuación podrás leer sus impactantes vivencias:

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Taylor Riewer conversando sobre las necesidades de agua con la gente de los países más secos de África
Es difícil de comprender. La idea de levantarse antes del amanecer cada día y caminar por horas sólo para encontrar una fuente de agua. Hacer cola para acceder a un hoyo de lodo en la tierra que compartes tanto con tus vecinos como con el ganado. Llevar en tu espalda 18 litros de agua sucia a casa, y servirla a los que más quieres. Sufrir constantemente de dolor de estómago y diarrea, e incluso perder a tus hijos por enfermedades relacionadas con esta fuente de vida, que por estar contaminada puede convertirse en veneno.

Es un mundo que la mayoría de nosotros no conocemos, y sin embargo, es la realidad de 748 millones de personas. ¡748 millones! Es casi el 10% de la población mundial.

Tú y yo tenemos suerte. Pertenecemos al 90% restante. Sucede que nacimos en lugares en los que nunca hemos tenido que preocuparnos por encontrar agua o lidiar con el miedo de que el agua pueda afectar la salud de nuestras familias. Pero esto no quiere decir que sus historias no puedan impactarnos.

En los últimos dos años, he visitado ocho países que necesitaban agua limpia. He acampado en comunidades rurales, he compartido alimentos en distintas casas, y he conocido a la gente más valiente, motivada e inspiradora de todas. Me gustaría contarles tres de las historias que más me conmovieron.

1. Vida en el Desierto

Lo que nadie me dijo de Níger es que es prácticamente el Desierto del Sahara. De verdad. 46º C de temperatura, arenoso, seco y brutal. Y no hay manera de escapar de ninguna de estas características. La única fuente de agua disponible en un lugar como este es en hoyos en el suelo de 100 años de antigüedad, y las mujeres no tienen más remedio que extraerlo con una cuerda, de un balde a la vez. Como resultado, sus manos están nudosas, resecas, callosas y duras.

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(Foto: Tyler Riewer)

En uno de nuestros últimos días, acompañé a una muchacha de 26 años llamada Fadoum a su rutina matutina, sólo para ver y capturar de qué se trataba. Ella me lo describió por adelantado: levantarse antes del amanecer para ir a buscar agua, hacer el desayuno, ir a buscar más agua, moler granos para el almuerzo y la cena, y luego volver a ir a buscar agua. Pero verlo es otra cosa. Pude ver todas las cosas aparentemente insignificantes que ella no mencionó: lavar y vestir a sus hijas, alimentar a sus cabras, limpiar la casa. Fue increíble, y también, terriblemente agotador.

Luego de una hora, le pregunté cuándo tenía tiempo para descansar. Fadoum se rió: “¡No hay tiempo para descansar!”, “¿Cuál es tu parte favorita del día?”, agregué. Sin vacilar, me miró y respondió con total seriedad: “Cualquier momento en el que no esté sacando agua”.


2. El peligro de ir a buscar agua

El este de Uganda es como imaginaba Hawai a principios de los 70: una especie de paraíso menos moderno. Exuberantes colinas llenas de verde. Puestos de fruta atiborradas de piñas, mangos, sandías y aguacate. Es hermoso, y el calor es bastante agradable.

Pero existe un espeluznante contraste con la vida en comunidades rurales sin agua potable. Las mujeres aquí caminan más de 9 kilómetros por senderos pantanosos y densos para llegar a un lago contaminado que es hogar de serpientes y cocodrilos. Cada persona en la villa conoce a alguien que ha muerto a causa de ellos, y muchos lo han visto. Incluso esto no es tan aterrador como el camino en sí, el cual deja a las mujeres expuestas a depredadores humanos (como los pescadores que andan de pasada) quienes pueden estar acechando en los matorrales.

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(Foto: Tyler Riewer)

La familia que conocimos y con quienes nos encariñamos en nuestra semana en Uganda tenía dos hijas que habían sido atacadas sexualmente por hombres mientras caminaban para ir a buscar agua. A los 14 y 17 años respectivamente, ambas quedaron embarazadas después de su violación. Ambas escogieron tener a sus hijos. Ambas fueron forzadas a dejar la escuela. Y ambas son hoy madres solteras viviendo en casa con un futuro muy distinto al que habían soñado cuando eran pequeñas.

Estas chicas son víctimas. Pero su actitud es increíblemente inspiradora. Aunque viven en una sociedad que menosprecia a las madres solteras, su familia las acogió con amor. Además, ambas afirmaron que si se podía ayudar a otras comunidades en Uganda a tener acceso a agua limpia y poder vivir sin miedo, querían que su historia fuera contada.


3. La quinceañera más inspiradora que he conocido

Para cuando llegamos a nuestra primera villa en Mozambique, un pequeño grupo ya se había reunido en torno a la fuente de agua. Estaban ansiosos en poder contar sobre la diferencia que había significado para ellos el agua potable en su comunidad.

Al frente del grupo, bien alineados con poleras azules, había cinco miembros del comité de agua local (un equipo responsable de cuidar el acceso al agua y educar a la comunidad sobre salud e higiene). Uno por uno, los hombres y mujeres se presentaron: jefe, mecánico, recaudador de impuestos, oficial de salud e higiene. Y la presentación final, vino de una chica de 15 años, aparentemente tímida. “Mi nombre es Natalia. Soy la Presidenta”. Guau. No sé cual será tu reacción al leer esto, pero yo quede impresionado. He visitado más de 25 comunidades con Charity: Water, y nunca vi a una niña de 15 años siendo presidenta hasta ahora.

Lo esencial fue la educación de Natalia, su liderazgo y ética de trabajo. El tener acceso a agua limpia le da más tiempo para ir a la escuela, y como resultado, ha llegado a ser más educada que muchos adultos de su comunidad. Hoy ella es un líder.

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(Foto: Tyler Riewer)

En un momento en el viaje, le pregunté a la madre de Natalia qué quería ella para el futuro de su hija. “Nuestro sueño es que Natalia se convierta en profesora”, dijo con orgullo. Natalia oyó la conversación y se acerco para responder: “No quiero ser profesora. ¡Quiero ser la directora!”.

Una y otra vez, he conocido gente que me ha dicho que el agua es vida. Y no creo que lo hayan comprendido en profundidad en ese momento. Sabía que tener acceso a agua potable mejoraría inmediatamente la salud y les haría todo más fácil y seguro, pero el mayor descubrimiento para mí ha sido entender que llevarles agua limpia por primera vez marca el inicio de una nueva vida para ellos.

Los niños saludables pasan más tiempo en la escuela. Las familias sanas ahorran dinero en cuentas de hospital y medicinas. Es exponencial: mejores oportunidades, economías más fuertes, futuros líderes, y un fin a la pobreza.

El agua es donde todo comienza. Sabiendo esto, ¿Cómo es que nosotros, el 90% afortunado, no hacemos algo para ayudar a los 748 millones de seres humanos que no lo son?

Visto en Take part