Por Romina Bevilacqua
9 marzo, 2015

Los extremos derretimientos del hielo hacen del continente blanco la zona de mayor devastación del cambio climático. 

Al ver imágenes de la Antártida su hielo espectacularmente brillante y blanco parece extenderse hacia el infinito. Sin embargo lo que nuestros ojos no ven es la gran batalla que cada día deben librar los grandes hielos a cientos de metros de profundidad y que está reestructurando a la Tierra.

El agua está consumiendo el hielo antártico que se derrite al encontrarse con los océanos y a medida que las capas se van descongelando se funden con el agua del mar. Según la NASA sólo la década pasada 130 mil millones de toneladas de hielo (118 mil millones de toneladas métricas) por año se disolvieron en el océano. Es el peso de más de 356.000 Edificios Empire State, suficiente hielo derretido como para llenar más de 1,3 millones de piscinas olímpicas. Y el derretimiento se está acelerando.

En el peor de los casos, el derretimiento de la Antártida podría subir los niveles del mar a unos 3 metros en todo el mundo en un siglo o dos, afectando las costas pobladas. Partes de la Antártida se están derritiendo con tanta rapidez que ésta se ha convertido en la “Zona Cero del cambio climático global, sin duda”, indicó Jerry Mitrovica, geofísico de la Universidad de Harvard.

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En la Península Antártica, donde el continente se está calentando rápidamente, 49 mil millones de toneladas de hielo (casi 45 mil millones de toneladas métricas) se pierden cada año, según la NASA. El agua se calienta desde abajo, causando que el hielo se retraiga hacia la tierra, y entonces el aire tibio se hace cargo del resto. Las temperaturas se han elevado 3ºC en los últimos 50 años, mucho más rápido que el promedio de la Tierra, indicó Ricardo Jana, glaciólogo del Instituto Chileno Antártico.

Mientras pingüinos barbijos caminaban tras él, Peter Convey, del British Antarctic Survey (BAS) reflexionaba sobre los cambios que pudo ver en Robert Island, un ejemplo a pequeña escala y quizá una señal de advertencia temprana de lo que estaba sucediendo en la península y en el resto del continente. “Estuve aquí hace 10 años atrás”, dijo Convey en un inusual día soleado en la isla. “Y si comparo lo que vi entonces con lo que veo ahora, la diferencia principal a causa del calentamiento es que los senderos permanentes de nieve y hielo son más pequeños. Siguen estando allí, pero son más pequeños de lo que eran”.

Aunque el 97% de la Península Antártica sigue cubierta de hielo, hoy en día se pueden ver valles completos sin hielo. El hielo es más delgado en otros lados y los glaciares se han retirado, dijo Convey. La bióloga Angélica Casanova, indica que se ha dado cuenta de los cambios ocurridos desde que ella comenzó a ir a la isla en 1995. Las plantas están echando raíces en la tierra y en las rocas depositadas por glaciares retirados, afirma.

“Es interesante, porque la vegetación de alguna forma responde de manera positiva, crece más”, dijo mientras a pocos metros reposaba una foca de Weddell. “Lo malo es que toda la información científica que observamos indica que ha habido una gran retirada de glaciares y eso nos preocupa”.

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Sólo el mes pasado los investigadores notaron en imágenes satelitales que una gigantesca grieta en un casquete de hielo en la península Larsen C se había expandido en unos 20 kilómetros en 2014. Lo peor es que la grieta traspasó una especie de banda de hielo que generalmente frena este tipo de grietas. Si continua expandiéndose, podría causar el desprendimiento de un enorme iceberg del porte de Rhode Island y Delaware (entre 4.600 y 6.400 kilómetros cuadrados), indicó Paul Holland, del BAS. Y hay una pequeña probabilidad de que el casquete de hielo Larsen C colapse como lamentablemente lo hizo antes Larsen B en 2002.

Hace unos años atrás, los científicos creían que la Antártida estaba equilibrada, es decir que no ganaba ni perdía hielo. Los expertos estaban preocupados por Groenlandia, donde era más fácil acceder y que era más visible. Pero una vez que llegaron al final del mundo, el foco de sus temores cambió. Hoy científicos en dos estudios diferentes han utilizado los términos “irreversible” e “imparable” para referirse al derretimiento de la parte oeste de la Antártida. El hielo está prevaleciendo en la parte este, donde el aire y el agua son más fríos, a diferencia del oeste del continente.

“Antes, la Antártida no nos preocupaba demasiado”, dijo Ian Joughin, científico especialista en hielos de la Universidad de Washington. “Hoy, podría decirse que los cambios son más atemorizantes de lo que creíamos”. Desde la NASA, el científico especialista en hielos Eric Rignot afirmó que el derretimiento “está avanzando más rápido de lo que jamás se pensó. Es como una alerta roja”.

Lo que está sucediendo es simple: el agua templada socava el hielo desde abajo. Entonces, más hielo queda expuesto al agua, el cual también se derrite. Finalmente, el hielo que está por sobre el agua colapsa y se deshace. El cambio climático ha cambiado los patrones de viento en el continente, arrastrando el agua más cálida hacia el norte y por ende hacia el casquete de hielo del oeste y de la península. Esta agua cálida reemplaza el agua más fría que existía en el lugar. Es sólo un par de grados Celsius más tibia que el agua preexistente, pero esto constituye una enorme diferencia y conlleva al derretimiento, según afirman los investigadores.

El destino de nuestro planeta depende de cuan rápido se derritan los hielos. Si nos basamos en el ritmo de derretimiento actual, el incremento del volumen de los océanos a causa del derretimiento de la Antártida podría ser casi imperceptible (alrededor de un tercio de milímetro al año). Así de grandes son los océanos.

Pero si todo el casquete de hielo de la parte oeste de la Antártida que está conectado con el agua se derrite sin parar, como predicen varios expertos, no habrá tiempo para prepararse. Los científicos estiman que tardará entre 200 y 1000 años que se derrita suficiente hielo como para que el mar suba 3 metros, quizá solo 100 años en el peor de los casos. Si esto sucede, ciudades costeras desarrolladas como Nueva York o Guangzhou podrían enfrentar perdidas de más de 1 billón de dólares al año en daños por inundaciones dentro de las próximas décadas, e innumerables pueblos y ciudades costeras en el mundo quedarían vulnerables.

“Cambiar el clima de la Tierra está bien mientras no se haga demasiado rápido. Y hoy en día lo estamos haciendo tan rápido como podemos. No está bien”, afirmó Rignot, de la NASA. “Debemos detenerlo, o en última instancia alargar el proceso lo más posible”.

Visto en: HuffPost