Por Romina Bevilacqua
6 marzo, 2015

El lago Mar de Aral se está secando y sus contaminantes están afectando todo a su alrededor. Esta es su impresionante historia. 

El que alguna vez fue el cuarto lago más grande del mundo ahora está prácticamente seco. Los últimos 50 años el Mar de Aral, un lago de agua salada, ha visto cómo sus aguas desaparecen lentamente hasta transformarse en un pedazo de tierra desierto y tóxico al norte de Kazajistán y el sur de Uzbekistán.

Una serie de imágenes tomadas por la NASA en los últimos 14 años muestran el rápido deterioro que ha tenido el lago que en los años 60′ alcanzaba una superficie de 65.000 km2 y 40 m de profundidad. Gran parte de lo que ocurre con el Mar de Aral se debe a la intervención del ser humano. En los 60′ la Unión Soviética desarrolló un proyecto que consistió en desviar las aguas de dos grandes ríos -el Syr Daria desde el norte y el Amu Daria desde el sur- a las llanuras desérticas de países como Kazajstán, Uzbekistán y Turkmenistán para transformar los alrededores desérticos en tierras cultivables. Y para los 80′ esto transformó a Uzbekistán en el país de mayor producción de algodón. Sin esta importante fuente constante de agua, el lago se ha secado y desde el 2000, ya perdió más de la mitad de su superficie. 

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El problema del lago no se reduce sólo a su sequía. En él ya no habitan animales y las comunidades que subsistían de él –de su alimento y agua– también se fueron derrumbando. El agua se fue tornando cada vez más salada por las grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas que lo invadieron. El polvo que se desprendía del lago, que estaba contaminado con estos químicos  agrícolas, pasó a ser una amenaza para la salud de los habitantes de sus alrededores. Los suelos de los alrededores también quedaron tóxicos e inútiles.

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La alta toxicidad del lago mató a sus peces y los ecosistemas de sus alrededores y con ello desapareció la actividad pesquera en el lugar. También en la medida que el lago se transformaba y se secaba, se produjo un cambio climático, ya que no existían las propiedades de regulación térmicas que otorga el agua, haciendo que los inviernos fueran más fríos y los veranos más cálidos. Los pastizales murieron, los pequeños lagos de agua fresca que rodeaban las costas ya no existen.

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Actualmente, lo único que queda del Mar de Aral es una presa que se construyó por un intento de Kazajstán de salvar el lago, logrando conservar sólo la parte norte de éste. De lo demás sólo se aprecia un paisaje totalmente desértico y abandonado, plagado de barcos que quedaron inmóviles y hacen recordar que aquel lugar alguna vez fue un lago.

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En la fotografía se puede ver la cantidad de agua que quedaba para el año 2000. La frontera demarcada con la línea negra es la superficie que el lago alcanzaba en 1960.

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Fuentes: HuffPost, Veo verde, CNN