Por Romina Bevilacqua
24 enero, 2015

Trescientos profesores de Stanford, incluyendo profesores galardonados con el Nobel y el ganador de este año de la medalla Fields, están solicitando a la universidad para que se libere de todas las inversiones en combustibles fósiles, en una muestra de que el movimiento de liquidación del campus está ganando fortaleza.

En una carta dirigida a Juan Hennessy, presidente de Stanford, y al consejo directivo, que se entregó a disposición exclusiva del periódico The Guardian, los miembros de la facultad exhortaron a la universidad para reconocer la gravedad del cambio climático y para que dejen de invertir en todas las compañías de aceite, carbón y gas.

Stanford, que controla un fondo de dotación de $21.400 millones de dólares, eliminó sus inversiones directas en compañías carboníferas el pasado mayo, lo que la convirtió en la universidad más prominente en cortar sus lazos con industrias que causan el cambio climático. Meses más adelante, sin embargo, la universidad invirtió en tres compañías de aceite y gas. Las campañas de desinversión o liquidación de los campus se han expandido a cerca de 300 universidades e institutos profesionales en los últimos años, pero en gran parte las dominan los estudiantes. La carta de Stanford fue iniciada por la facultad y la firmó Maryam Mizarkhani (en la fotografía principal), la primera mujer en recibir el prestigioso premio Fields en el área de las matemáticas, así como los galardonados con el Nobel, Douglas Osheroff y Roger Kornberg, Paul Ehrlich, analista de poblaciones, Terry Root, biólogo y autor del informe del clima de la O.N.U, y otros 300 miembros de la facultad.

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La carta urge a Stanford deshacerse de todas las inversiones en combustibles fósiles, no solo carbón. “La urgencia y la magnitud de cambio climático no requieren soluciones parciales, sin importar cuán admirables sean, sino que exigen el más profundo y completo compromiso que toma forma con el cese de inversiones de todas las compañías del combustible fósil”, declararon en la carta.

“La alternativa de que Stanford continúe invirtiendo en compañías de aceite y gas nos presenta una paradoja: ¿Si una universidad busca educar a una juventud extraordinaria para que pueda alcanzar el futuro más brillante posible, entonces qué significa que esa universidad simultáneamente invierta en la destrucción de tal futuro? Dado que la universidad ha señalado su conocimiento de los peligros se presentan los combustibles fósiles, ¿cuáles son las implicaciones de que Stanford confronte sÓlo de manera parcial este peligro?”, continúa el escrito.

Elizabeth Tallent, profesora inglés y una de los organizadores de la carta, declaró que considera a la campaña como una extensión natural de su labor como profesora. “Pienso que si deseas que lo que haces sea importe y, no sólo por un rato en la sala de clase, entonces piensas: ¿Cómo los estudiantes pueden hacer uso de  esto en 10 o 20 años? Si imaginas el futuro de la juventud en 20 años, entonces te encuentras con el problema de cómo será ese mundo”.

Ehrlich, ya conocido por sus advertencias sobre la sobrepoblación en el mundo, declaró que Stanford tiene una obligación de proteger su dotación. “Está claro como el agua que la mayoría de los combustibles fósiles van a tener que permanecer en el suelo si vamos a evitar una catástrofe real y por supuesto que el valor de las acciones está ligado a ello”, comentó. “Si no vamos a poder utilizar esos combustibles fósiles, las acciones van a irse abajo y lugares como Stanford tienen una responsabilidad fiscal de mantener la dotación. Tener una inversión en combustibles fósiles es una inversión muy mala”.

Stanford no podía comentar directamente respecto a la petición. Pero una portavoz, Lisa Lapin, comentó en un correo electrónico que Stanford ha retirado totalmente sus inversiones de las compañías carboníferas. Ella comentó que un panel consultivo está estudiando la viabilidad de desinvertir en combustibles fósiles adicionales. “Stanford toma todas las preocupaciones elevadas a la universidad acerca de la naturaleza y el impacto de sus inversiones con mucha seriedad”, declaró Lapin.

La campaña para dejar de invertir en los combustibles fósiles ha crecido con rapidez durante los últimos años, impulsada por la creciente conciencia que la mayor parte de las reservas de carbón, aceite y gas deben permanecer en la tierra para evitar el cambio climático catastrófico. De acuerdo a los principales científicos del clima del mundo, esos límites de seguridad se podrían infringir dentro de 30 años si el mundo continua quemando los combustibles fósiles al mismo paso que lleva.

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El pasado mes de septiembre, los herederos a la fortuna Rockefeller de aceite retiraron su fondo filantrópico de $860 millones de inversiones de arenas aceiteras, carbón y aceite. Las personas de la campaña en ese entonces declararon haber persuadido a 800 inversionistas, a fundaciones tales como los hermanos de Rockefeller, grupos religiosos,  organizaciones de servicios sanitarios, ciudades y universidades para retirar un total de $50.000 millones de las inversiones en combustible fósiles en próximos los cinco años.

Pero Harvard rechazó una campaña de los estudiantes y de 100 miembros de la facultad para sacar su participación en combustibles fósiles de su dotación de $32.000 millones, al declarar que tal acción tendría solamente un impacto financiero insignificante. George Shultz, secretario de estado de Ronald Reagan y ex alumno del Instituto Hoover de Stanford, quién ha intentado empujar a que sus compañeros republicanos tomen acciones en lo que respecta al clima, declaró que la universidad debería considerar imponer un impuesto al carbón independiente de los ingresos.

“Estoy definitivamente del lado que se preocupa de los problemas climáticos”, dijo. Pero no apoyó la campaña de cese de inversiones y añadió: “Es principalmente para hacer que la gente de aquí se sienta bien”. Ehrlich declaró que era importante que las universidades principales, como Stanford, adopten una postura. “Es muy importante que las instituciones educativas en particular y las organizaciones que piensan en sí mismos como parte de sociedad civil tomen este paso importante”, declaró. “Es simbólico. No va a cambiar inmediatamente la cantidad de emisiones de gas del invernadero, pero es un asunto terriblemente importante”.

Visto en: The Guardian

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