Por Catalina Vásquez
23 enero, 2015

Existen pocos animales que se mueven desde un hábitat de agua salada a uno de agua dulce, debido a varias barreras fisiológicas y ecológicas que los limitan. Y en el caso de los tiburones, es porque se hunden según un nuevo estudio publicado la semana pasada en la revista Experimental Biology.

Los peces cartilaginosos, como los tiburones, prosperan en los ecosistemas marinos del planeta, pero sólo algunos han evolucionado para ocupar hábitats de los lagos y ríos. De más de 1.000 especies de Elasmobranchii (tiburones, mantarrayas y rayas), sólo un 5% puede habitar las aguas dulces y la mayoría de ellos sólo lo hace por cortos periodos de tiempo. En comparación, explican los científicos, alrededor de un 40% de los peces óseos, desde el pez dorado a la trucha arcoíris, viven en aguas dulces. Debido, según los investigadores, al gasto metabólico de osmo-regulación, que se utiliza para mantener una presión adecuada mediante el control de las concentraciones del agua y la sal del cuerpo.

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¿Pero qué ocurre con las densidades diferentes entre el agua dulce y el agua salada?

Después de todo, una de las diferencias más notorias, al menos en nuestro caso, entre el Mar Muerto y una piscina, es qué tan bien podemos flotar. Mientras que muchos peces óseos poseen vejigas natatorias que les ayudan a controlar su flotación, en el caso de los tiburones, su principal fuente de flotación es un hígado rico en lípidos.

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Así es que Adrian Gleiss, investigador de la Universidad de Standford, y sus colegas diseñaron un modelo hidromecánico basándose en el tiburón toro (Carcharhinus leucas), uno de los pocos Elasmobranchii que habita aguas dulces por una parte de su ciclo de vida. Lo que descubrieron es muy interesante. El estar en agua dulce produce un aumento de dos a tres veces la flotabilidad negativa en el caso de los tiburones y las mantarrayas, lo cual conlleva un costo energético a raíz del aumento de arrastre ya que tienen que levantarse a sí mismos.

Lo tiburones podrían tratar de compensar el aumento de la flotabilidad negativa, pero en tal caso, el hígado rico en lípidos debiera ser ocho veces más grande que su tamaño, para así mantener el mismo efecto de flotabilidad neta que estos animales disfrutan en las aguas marinas.

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Para respaldar estos cálculos, el equipo también describió nueva información sobre la densidad corporal en agua dulce, mediante el uso de Elasmobranchii capturados del río Fitzroy en Australia occidental: cinco tiburones toro y 17 peces sierra comunes (Pristis pristis). Estos especímenes poseen hígados de tamaños similares a sus 113 primos de agua salada que muestreó el equipo, pero densidades de hígado menores. De hecho, estos 22 especímenes exhibieron la flotabilidad negativa más baja de cualquier Elasmobranchii registrada a la fecha.

Visto en: IFL Science

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