Por Romina Bevilacqua
29 noviembre, 2014

Un robot con ruedas disfrazado de polluelo de pingüino le está permitiendo a los zoólogos leer las frecuencias cardiacas de los pingüinos Rey en la Antártida. La mayoría de los animales salvajes son bastante precavidos a la hora de encontrarse son los humanos. Esto hace que la tarea de estudiarlos se vuelva compleja para zoólogos y documentalistas por igual. Esta ansiedad puede aumentar en los animales luego de ser capturados y puestos en monitores como ocurrió con algunos pingüinos de la Isla Adelie. Desafortunadamente, para poder leer los monitores, el Dr. Yvon Le Maho de la Universidad de Estrasburgo necesitaba colocarse a una distancia de 60 cm de los pingüinos, o encontrar una manera de obtener un aparato de recepción que se pudiera colocar a esa distancia.

Para poder lograr esto, Le Maho le contó al diario Nature Methods que instaló una antena en un aparato con cuatro ruedas el que envió a diferentes colonias de especies animales del país. Como era de esperar, los elefantes de mar fueron completamente indiferentes a esto, casi ni se dieron cuenta de la presencia del aparato. Los Pingüinos Rey, por otro lado, picotearon el robot pero una vez que el robot se detuvo, se calmaron y su frecuencia cardiaca volvió rápidamente a normal. “Una vez que el robot quedaba quieto, el mismo no provocaba ningún tipo de desorden en la estructura de la colonia (algo que sí ocurre con presencia de humanos) y el estrés de los animales se esfumo rápidamente”, se informa en el diario.

httpv://youtu.be/dAUaIc8PoYc

Los Pingüinos Rey, dejando de lado su gran tamaño, son más tímidos que sus primos más pequeños por lo que Le Maho decidió que era tiempo de mejorar el sistema agregando un polluelo de pingüino hecho de fibra de vidrio al robot. Sin embargo, las cosas no funcionaron tan fluidamente. El primer polluelo era poco convincente y parecía más una versión fantasmagórica de un pingüino, lo que asustó a los Emperadores.

Sólo después de cinco variaciones se logró transformar el robot en algo con suficientes plumas como para dejar de asustar a los pingüinos. En este punto, la respuesta cambió radicalmente. Los pingüinos bebés, no se dieron cuenta de las ruedas del robot y se acurrucaron junto a este nuevo polluelo. Los adultos incluso le cantaron. “Se sentían bastante decepcionados cuando vieron que no recibían respuesta de parte del robot”, contó Le Maho. “Para la próxima tendremos un robot que pueda cantar”.

httpv://youtu.be/p_1vVtYqWxw

Visto en: Iflscience

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