Por Bárbara Samaniego
19 febrero, 2015

En respuesta al odio creciente y a la intimidación contra los musulmanes, este grupo de jóvenes realizó un curioso experimento en las calles de Toronto.

La respuesta fue conmovedora e inspiradora:

httpv://youtu.be/eOO3QCx2pwY

Los recientes ataques terroristas y la divulgación de contenido violento han provocado un paulatino aumento de la islamofobia; el sentimiento de hostilidad hacia el islam y, por extensión, hacia todos los musulmanes del mundo (sin importar si son extremistas o no). El brutal ataque jihadista de enero pasado en París, o el más reciente (pero menos polémico) en Copenhague -sumado a los múltiples otros incidentes a lo largo de los últimos años-, han generado un profundo rechazo hacia los musulmanes en gran parte de la Unión Europea, que reafirma su determinación a terminar con el terrorismo.

El movimiento talibán y su fundamentalismo es realmente preocupante, y muchas veces condenable, pero tampoco creo que sea correcto generalizar. Sus acciones no reflejan el pensamiento de los 1,5 billones de personas que practican la religión islámica a lo largo y ancho del Planeta Tierra. Este experimento social busca romper las barreras y crear conciencia sobre la islamofobia, alentar a los musulmanes a comportarse como el profeta Mahoma -que predicaba la amabilidad y las buenas costumbres-, y establecer una distinción clara entre los musulmanes y los musulmanes extremistas. En definitiva, enseñar que violencia y terrorismo no implica, necesariamente, Islam.

Gran iniciativa que, al menos en Canadá, reflejó que el calor humano le gana a los prejuicios.

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