Por Candela Duato
28 octubre, 2014

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El internet tiene algo que hace que las personas se sientan libres de decir las cosas más extrañas, de comentar como si fuesen expertos en un tema sin tener mucha información de apoyo. Todo lo que se necesita es un comentario aparentemente inocente en el Facebook de un amigo en común y se puede comenzar a pasar vergüenzas.

Pues bien, Internet, rechazo tus críticas.

Tengo calendarizada una cesárea para este hijo, tal como lo hice con el primero y ¿adivina qué? Sigo siendo una buena mamá.

Con mi primer hijo, presentamos un plan de nacimiento a nuestra ginecóloga a las 35 semanas. Consistía en caminar por el hospital, duchas cálidas y la menor intervención posible. La doctora estaba completamente de acuerdo con la idea hasta que el ultrasonido reveló que mi hijo Max no solo no estaba de cabeza, sino que tenía encajado su pequeño trasero en mi cadera izquierda. Su cabeza estaba cerca de mis costillas derechas. Lo intenté todo. Me acosté en una tabla de planchar sobre el sofá con mi cabeza colgando cerca del suelo y con las piernas en el aire, con una bolsa de guisantes congelados sobre su cabeza para que le diera frío y cambiara de posición par que pudiera salir. Pero el pobre seguía enganchado. No podía moverse por mucho que sintiera frío.

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Nunca olvidaré lo silenciosa y quieta que estuvo mi ginecóloga durante ese ultrasonido. La preocupación estaba visible en su rostro y pareció pasar una eternidad antes de decir “No creo que tengas el parto que esperabas, tenemos que hacer una cesárea”. Zach y yo respiramos de alivio ya que nos aseguró que el bebé estaba bien. Nuestra respuesta inmediata fue “Oh, ¿ESE era todo el problema?”

Dos enfermeras se subieron a la mesa de operaciones y empujaban por aquí y movían por allá, mientras me cortaban cada vez más y más para liberar a un bebé que estaba muy atorado dentro de mí.

Y aún así, Internet, tú me juzgas.

Cuando haces comentarios y acusas a mi doctora de querer una salida rápida, tú no sabes la batalla que fue esa cirugía. No sabes que cuando Zach le preguntó a la Doctora K. qué le habría pasado a mi hijo sin unan cesárea, ella respondió con voz baja: “ambos habrían muerto en el parto”. Todo lo que escuchas es que agendé una cesárea y sacaste tus conclusiones.

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Comencé mi plan de parto de Huck, mi segundo hijo, entramos y salimos del hospital, y me dejaron con reposo en cama con medicamentos para detener las contracciones. Cuando rompí aguas a las 36 semanas todo mi equipo apoyaba mi decisión de intentar tener un parto vaginal después de cesárea (PVDC).

Aún así, me dices por Facebook que no deje que mi doctora me convenza de tener una cesárea. “¡Eres una candidata PERFECTA para un PVDC! ¡Podrías tener a tu hijo de la forma correcta!”

Tú no sabes que mis doctores sí me apoyaban. Pero al final, el bebé empezó a mostrar señales de estrés por lo cual mi doctora sugirió una cesárea y estuve de acuerdo.

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Supe entonces que si tenía otro hijo significaría un boleto directo a la sala de operaciones y eso no me molesta. He tenido dos cesáreas. Una con un corte a lo largo y la otra, a lo ancho. En mi opinión, es tonto arriesgarse para terminar rompiéndote y desangrándote. Tengo dos dulces hijos que quieren a su mami con ellos. Tengo una hija en mi vientre que necesita nacer y ser amada. No creo que le importe cómo salió. Simplemente quiere salir.

Así que, Internet, rechazo tu vergüenza. Puedes quedártela.

No siempre podemos saber la razón por la que las personas tienen cesáreas, pero tampoco nos incumbe. Lo único que es apropiado es decir “todo lo que importa es que la mami y su bebé están felices”. Luego sonreír a la mamá y felicitarla.

Original.

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