Por Candela Duato
10 octubre, 2014

Querida mujer detrás de mí en la fila del supermercado,

No me conoces. No tienes idea de cómo ha sido mi vida desde el primero de Octubre del 2013. No  sabes que mi familia ha pasado por el colador. Que hemos tenido que enfrentar una dura y cruel realidad. No sabes que hemos sido humillados y destituidos.

No tienes idea de que he llorado más días que los que no; que he luchado contra la amargura tomando el control de mi corazón. No tienes la menor idea de que el orgullo de mi esposo se ha quebrantado en mil pedazos. No sabes que mis hijos han tenido las preocupaciones de los adultos sobre sus hombros. No sabes qué les quitó su ignorancia sin ninguna buena razón. No sabes nada de esto.

Lo que si sabes es que intenté comprarles algo de comida a mis hijos y que el sistema estaba caído y no podía comprar esa comida. No tenía efectivo ni mi tarjeta de débito conmigo. Sólo mi tarjeta SNAP (de ayuda del gobierno). Todo lo que me escuchaste decir fue “No, no me guarden esto. Mis hijos tienen hambre ahora y no tengo otra forma de pagar por esto.” No me juzgaste. No gruñiste y dijiste “Quizás no deberías haber tenido tantos hijos.” No dijiste “Bueno, búscate un trabajo y aprende como proveer a tu familia.” No me miraste con vergüenza. No asumiste nada.

Lo que sí hiciste fue pagar la cuenta de supermercado de 17.38 dólares por nosotros. Le diste a mis hijos plátanos, jugo de manzana, palitos de queso, y a mí un té helado de durazno; todo un derroche para mí. Me permitiste abrazarte y prometerte llorando que algún día SÍ pagaré esto ayudando a otros. SÍ le pagaré la cuenta de supermercado a alguien. Esos 17.38 dólares pueden no ser mucho para ti, pero fue invaluable para nosotros. En el auto, mis hijos no paraban de hablar de ti; nuestro “ángel de la guarda.” Rezaron por ti. Rezaron para que recibieras bendiciones.  Nos devolviste algo de la fe que habíamos perdido. Una acción muy pequeña cambió nuestras vidas. Probablemente tú ya te has olvidado de nosotros, pero nosotros no te hemos olvidado. Siempre serás una parte de nosotros incluso si no sabemos tu nombre.

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No sabes lo agradecida y avergonzada que estoy de pagar por toda nuestra comida con SNAP. Comemos gracias al gobierno. Amo eso. Amo que el gobierno me asegure que mis hijos están siendo cuidados. Es una preocupación menos para nosotros. También lucho con el orgullo y vergüenza. Le digo a las personas, de forma desafiante, que usamos SNAP. Los desafío a no juzgarnos.

Solo los más cercanos a nosotros saben el porqué usamos SNAP. Saben que mi esposo es un trabajador dedicado quien fue despedido tras 17 años de tener una posición de gerente en su compañía. Saben que tuvimos que cambiarnos de casa a un estado distinto para terminar sin casa alguna, dado que la casa con la que habíamos llegado iba de  la mano con el trabajo que perdió. Solo los cercanos a nosotros saben que mi esposo trabaja a jornada parcial mientras busca sin cesar por más; que ha postulado a muchos trabajos y solo ha sido llamado a unas pocas entrevistas. Demasiados lugares ofrecen solo trabajos parciales. No es fácil para alguien de 40 años encontrar un trabajo que le ayudará a proveer a su familia (de cinco hijos).

No sabes nada de esto pero no dejaste que eso te impidiera tener compasión y ser generosa con alguien a quien no conocías.

A la mujer detrás de mí en la fila del supermercado, no tienes idea de cómo te valoramos. No tienes idea del impacto que tuviste en mis hijos. No tienes idea de lo increíblemente agradecida que estoy por ti. Tu acción puede haber sido pequeña, pero para nosotros fue monumental. Gracias.

Gracias por no juzgarnos. Gracias por darles a mis hijos una merienda cuando estaban bastante hambrientos. Gracias. Simplemente, gracias.

 

Por siempre,

Andrea, la mujer frente a ti en la fila del supermercado con el carro lleno de cinco niños quienes ya no tienen hambre.

Original.