Por Teresa Donoso
2 octubre, 2014

Mi primer hijo nació por medio de una cesárea a las 35 semanas, después de que un ultrasonido revelara que había dejado de crecer debido a la placenta previa. Sabía desde principios de mi embarazo que había una posibilidad de que no fuera capaz de tener un parto normal, pero al estar en negación, nunca me molesté en preguntar cómo era el proceso de recuperación en caso de que tuviera que pasar por el quirófano.

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Supuse que, comparado con tener que empujar al bebé hacia fuera y rasgarme por completo ahí abajo, una cesárea sería una caminata por el río.

Sentada en la oficina de mi doctor, al oír que me dirigía a cirugía y que tendría un bebé antes del happy hour, me sentí muy asustada y muy poco preparada. No sabía lo que me esperaba exactamente. Me imaginé que me llevarían al quirófano y que me quedaría allí como un cadáver y luego, horas más tarde, estaría sentada en la cama con un bebé, mirándolo radiante y feliz en una adorable bata, como Rachel en la serie de televisión “Friends”.

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Esto es, después de todo, un proceso de cirugía mayor. Quiero decir, mi marido vio como se retiraban mis intestinos, por amor de Dios. Si eso no te da el derecho de salir sola cuando el bebé esté más grande, no sé qué lo hará.

Si estás pensando que una cesárea es una posibilidad para tu próximo nacimiento, tal vez mi ignorancia te pueda ahorrar unos dolores de cabeza y muchas preocupaciones. He aquí algunas cosas que aprendí:

1. El quirófano es tan frío como los casquetes polares y las cosas que ponen en tu IV sólo lo empeoran.

Con mi primer cesárea estaba temblando tanto que me convencí de que el anestesiólogo perdería su objetivo con el bloqueo espinal y que saldría de la cirugía siendo parapléjica. No tenía idea de que mi cuerpo fuera capaz de temblar tan rápido. Cuidado, Shakira, esas caderas no mienten. Están muertas de miedo.

2. ¿Crees que no sentirás nada? Piensa otra vez.

No sentirás cómo te cortan ni tampoco ningún dolor, pero nadie me dijo que sentiría todo ese tremendo tironeo mientras sacaban a mi hijo de mi cavidad corporal. Mi doctor me advirtió “Está bien, puede que sientas una leve presión.” ¿Leve? Esto no es una vacuna contra la gripe, gente. Yo no llamo a la sensación de que alguien esté tirando una bola de boliche de mis entrañas una leve sensación.

3. No le digas que no a las drogas.

Estaba bastante drogada en la cirugía y al principio de buena gana me tomé los medicamentos para el dolor que me dieron. Pero alrededor de 28 horas después de la cirugía me sentía tan bien que pensé: “No, voy a omitir las drogas esta ronda.” Mala idea. La peor idea que he tenido. No sólo estás lidiando con el dolor de tus entrañas abiertas y luego cocidas, sino que también vas a ser visitada por calambres post-parto, ya que el bebé no está pagando el alquiler. Te dicen que hay que estar un paso adelante del dolor. Prefiero estar todo un campo de fútbol delante.

4. Tu capacidad humana de reír queda en pausa.

Lo mismo ocurre con los estornudos, la tos y tus idas al baño. El consejo es mantener una almohada sobre tu incisión si es necesario realizar alguna de estas acciones, y aunque puede ayudar un poquito, todavía te encontrarás haciendo modificaciones. Tus estornudos se convertirán en pequeños y restringidos, del tipo que sólo las Princesas de Disney pueden tener. Mientras estaba en el hospital con mi hijo, mi marido dijo un comentario hilarante que provocó que mi cuerpo produjera sonidos parecidos a la de una hiena, tan agudos que las enfermeras se fueron corriendo a llamar a los doctores de la sala de psiquiatría.

5. ¿Piensas que tu tracto intestinal se detuvo cuando estabas embarazada? No has visto nada todavía.

Con mi hijo, no fui al baño durante siete días. SIETES DÍAS SIN NADA DE POPÓ. Cantidades masivas de fibra no lograron poner en movimiento las cosas. Cinco días después del nacimiento, al fin tuve ganas y 50 minutos sudorosos después, me encontré con las manos vacías. Era como si los niños subieran por la escalera para saltar del trampolín a la piscina, y en puntas de pie en el borde, echaran un vistazo hacia abajo y dijeran: “De ninguna manera, señora” y luego hicieran la lenta y vergonzosa bajada de vuelta. Ármate con algunas golosinas como el néctar de albaricoque y el jugo de ciruela. Piensa en “bebidas de jubilados”.

6. El área alrededor de la cicatriz nunca, nunca, nunca volverá a tener sensibilidad.

La piel alrededor de mis incisiones aún tiene muy pocas terminaciones nerviosas, cuatro años después de mi última cesárea. Esa zona todavía tiene picores que no puedo aliviar, pero me las arreglo, cavando en ella como una adicta a la metanfetamina. Tengo grandes esperanzas de poder recuperar la sensación, pero en este momento, tengo tantas posibilidades como Lindsay Lohan de permanecer fuera de la cárcel.

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Sin embargo, a pesar de saber todo esto, después de mi primer nacimiento, tuve otro bebé a través de cesárea. Estar preparada para lo que estaba por venir sin duda ha ayudado a aliviar mis temores. Eso, y una caja de jugo de ciruela en mi bolsa de viaje.

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