Por Teresa Donoso
27 septiembre, 2014

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Mi esposa y yo tuvimos 12 niños en el transcurso de 15 años y medio. Hoy, nuestra hija mayor tiene 37 años y el menor 22. Siempre tuve un trabajo muy próspero y suficiente dinero para darles de todo a mis hijos. Pero mi esposa y yo decidimos no hacerlo.

Voy a compartir con ustedes las cosas que hicimos, pero primero déjenme decirles los resultados: Cada uno de mis 12 hijos tiene títulos universitarios (o están en la Universidad), y nosotros, como padres, no pagamos por eso. La mayoría de ellos tiene además un título de Magister. Aquellos que se casaron, tienen esposos o esposas maravillosos, con la misma ética y títulos universitarios también. Tenemos 18 nietos, lo cuales aprenden las mismas cosas que nuestros hijos aprendieron –auto respeto, gratitud, y un deseo de ayudar a la sociedad.

Criamos a nuestra familia en Utah, Florida y California; mi esposa y yo ahora vivimos en Colorado. En marzo, vamos a cumplir 40 años de casados. Pienso que el amor que existe entre nosotros es el responsable en parte de nuestro éxito con los niños. Ellos ven una vida hogareña estable, con un compromiso que no cede ante nada.

Aquí están las cosas que hicimos bien (también hicimos bastantes cosas mal, pero esa es otra lista):

Tareas y Deberes

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  • Los niños tenían que empezar a realizar deberes desde los 3 años. Un niño de 3 años no limpia los baños muy bien, pero para cuando cumple 4, es un trabajo bastante razonable.
  • Recibían mesadas en base a cómo realizaban sus tareas durante la semana.
  • Hacíamos que los niños lavaran su propia ropa cuando cumplían 8 años. Les asignábamos un día de lavado.
  • Cuando comenzaron a leer, tenían que preparar la cena siguiendo una receta. También tenían que aprender a doblar las porciones de la receta.
  • Niños y niñas tenía que aprender a coser.

Tiempo de estudio

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La educación fue muy importante en nuestra familia.

  • Teníamos horas de estudio, desde las 6 a las 8pm cada día de la semana. No había televisión, computador, juegos, u otras actividades hasta que estas dos horas se cumplieran. Si no tenían tarea, entonces leían libros. A aquellos niños que eran muy pequeños para estar en el colegio, nosotros les leíamos los libros. Después de las dos horas, ellos podían hacer lo que quisieran, siempre y cuando llegaran antes del toque de queda.
  • Todos los niños debían tomar todas las clases avanzadas que hubieran. No permitíamos que los puntajes para entrar fueran un impedimento. Íbamos al colegio y demandábamos que dejaran entrar a nuestros niños. Luego, nosotros como padres, pasábamos el tiempo necesario asegurándonos que tuvieran el entendimiento suficiente para pasar la clase. Después del primer hijo, la escuela comprendió que nosotros manteníamos nuestra promesa de que los niños serían capaces de manejar una clase avanzada.
  • Si un niño llegaba a la casa diciendo que el profesor los odiaba o que no era justo con ellos, nuestra respuesta era que necesitaba encontrar una forma de llevarse bien con él. Necesitas una forma de aprender el material, porque en la vida real, podrías tener un jefe al que no le gustas. No permitíamos que los niños culparan al profesor de no aprender, sino que le dábamos la responsabilidad al niño de aprender el material. Por supuesto, nosotros siempre estábamos con ellos durante esas dos horas de estudio diario, así que nos podían pedir ayuda siempre.

Prohibido: Comer a deshoras y alegar por la comida

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  • Todos cenábamos y desayunábamos juntos. El desayuno era las 5:15am y luego los niños tenían que hacer deberes antes de ir al colegio. La cena era  las 5:30pm.
  • Más aun, la comida era interesante. Queríamos una dieta balanceada, pero odiábamos cuando éramos jóvenes y nuestros padres no obligaban a comer toda nuestra comida. Algunas veces estábamos satisfechos y no queríamos comer más. Nuestra regla era darles primero a los niños la comida que odiaban más (usualmente vegetales) y luego recibían el siguiente tipo de comida. No estaban obligados a comerla y podían dejarla en la mesa. Si después se quejaban que tenían hambre, sacábamos la comida que no habían querido comerse y la calentábamos en el microondas, luego se la servíamos. Nuevamente, no era obligación comérsela. Pero no recibían ningún otro tipo de alimento, hasta su próxima comida, a menos que se la comieran.
  • No servíamos refrigerios entre comidas. Siempre teníamos los cuatro grupos alimenticios (carne, grano, frutas y vegetales) y casi siempre había algún tipo de postre. Hasta el día de hoy, nuestros niños no temen probar distintos tipos de comida, y tampoco sufren de alergias a ningún alimento. Ellos prueban todo tipo de nuevas comidas y sólo comen hasta estar satisfechos. Ninguno de nuestros hijos es ni siquiera un poco gordo. Son delgados, atléticos, y muy saludables. Con 12 niños, pensarías que por lo menos uno habría tenido alguna alergia o alguna necesidad especial. (No soy un doctor.)

Actividades Extracurriculares

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  • Todos los niños tenían que hacer algún tipo de deporte. Podían elegir, pero elegir ninguno no era una opción. Comenzaban  en los primeros años de escuela. No nos importaba si era natación, fútbol, baseball, tenis, etc. Y no nos importaba si decidían cambiarse a otro deporte. Pero tenían que hacer algo.
  • Todos los niños tenían que estar en algún club: Boys Scouts, Girls Scouts, historia, teatro, etc.
  • Se les exigía realizar algún tipo de servicio comunitario. Nosotros nos ofrecíamos de voluntarios en nuestra comunidad y en la iglesia. Para proyectos de Scouts de América, hacíamos que toda la familia ayudara. Una vez recolectamos ropa vieja y la llevamos a Méjico. La repartimos entre la gente. Los niños vieron cómo era la vida para muchas familias y cómo sus colectas los hacían felices y hacían una diferencia.

Independencia

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  • Cuando los niños cumplían 16 años, les comprábamos a cada uno un auto. el primero aprendió lo que eso significaba. Una vez que el camión de remolque estacionó el auto  “nuevo” en la entrada, mi hija mayor exclamó: “Papá, es un desastre!” yo dije, “Sí, pero es un Mustang del 65’. Aquí están los manuales de reparación. Las herramientas están en el garaje. Yo pagaré por todas las piezas, pero no voy a pagar por el TRABAJO.” 11 meses después, el auto había sido reconstruido, con un motor y transmisión arreglada, un interior y un sistema de suspensión nuevos y una nueva capa de pintura. Mi hija tenía una de los autos más fabulosos en el colegio. Y su orgullo de saber que ella lo había construido era más allá de lo imaginable. (Como nota aparte, ninguno de mis hijos jamás recibió una multa por andar a alta velocidad, aun cuando ninguno de los autos tenía menos de 450 caballos de fuerza.)
  • Nosotros como padres permitíamos que nuestros hijos cometieran errores. 5 años antes de su cumpleaños número 16 y su auto “nuevo” de regalo, tenían que ayudar con nuestros autos familiares. Una vez le pedí a mi hijo Samuel, que cambiara el aceite y le pregunte si necesitaba ayuda o indicaciones. “No, papá, yo puedo hacerlo.” Y una hora después, entró y dijo, “Papá, ¿se necesitan 18 cuartos de aceite para cambiar el aceite?” Le pregunté donde había metido 18 cuartos de aceite, cuando normalmente se necesitaban solo 5. Su respuesta: “En ese tornillo grande que está al frente del motor.” Yo dije “¿Te refieres al radiador?” Bueno, él no se metió en problemas por llenar el radiador de aceite. Pero sí tuvo que drenarlo, limpiarlo, poner el nuevo líquido del radiador y luego cambiar el aceite real. No lo castigamos por haberlo hecho “mal”. Dejamos que la lección fuera la herramienta de aprendizaje. Nuestros hijos no temían intentar algo nuevo. Les enseñamos que si hacían algo mal, no serían castigados. A menudo nos costó mucho dinero, pero estábamos criando niños, no ahorrando dinero.
  • Cada niño tenía su propio computador, pero tenían que construirlo. Yo compraba el procesador, la memoria, la batería, la carcasa, el teclado, el disco duro, la tarjeta madre, y el mouse. Ellos tenían que armarlo y cargar el software. Esto se hacía a los 12 años.
  • Dejábamos que los niños tomaran sus propias decisiones, pero de forma limitada. Por ejemplo, ¿quieres ir a la cama o limpiar tu habitación? Rara vez, les dábamos una sola directiva, a menos que se tratara de las reglas familiares que todos acordábamos. Esto le permitía al niño sentir que él o ella tenía algo de control sobre su propia vida.

Todos juntos en esto

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  • Era necesario que los niños se ayudaran unos a otros. Cuando alguno de quinto año tenía que leer 30 minutos al día, y uno de primer año también tenía que leer 30 minutos diarios, los sentábamos a leer juntos. Aquellos que estaban en cálculo de preparatoria eran tutores de aquellos que tenían algebra o matemáticas.
  • Le asignábamos un niño más joven a un hijo mayor para que le enseñaran y lo ayudaran a lleva a cabo sus deberes semanales.
  • Dejábamos que los niños fueran parte de la toma de decisiones familiares. Por ejemplo, los niños querían la regla de no permitir juguetes en la sala familiar. Los juguetes tenían que quedarse en cualquier habitación o sala de juegos. Además de sus tareas, tenían que limpiar su habitación todos los días (o mantenerla ordenarla en primer lugar).
  • Estas eran reglas que los niños querían. Les ofrecimos la posibilidad de que una vez al mes se corrigieran o crearan nuevas reglas. Pero por supuesto, mamá y papá tenía el poder de vetar.
  • Tratábamos siempre de ser consistentes. Si tenían que estudiar dos horas cada noche, no hacíamos ninguna excepción. El toque de queda era a las 10pm durante las noches de colegio y a media noche los fines de semana. No había excepciones para estas reglas.

Política de Vacaciones

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  • Tomábamos vacaciones familiares todos los veranos por dos o tres semanas. Podíamos costear un hotel o un crucero, pero no elegíamos esas opciones. Nos íbamos de campamento o a mochilear. Si llovía, entonces nos las arreglábamos para mochilear en la lluvia y sobrevivir. Solíamos montar un campamento base en un sitio con cinco o seis carpas, y yo me llevaba todos los niños mayores de 6 años en un viaje de mochileo de 3 a 5 días. Mi esposa se quedaba con los más pequeños. Recuerden, por 15 años, ella o estaba embarazada o recién había tenido un bebé. Mis hijos y yo caminábamos a lo largo del Gran Cañón, o hasta la cima de la Montaña Whitney, a través de la División continental o de Yosemite.
  • Enviábamos a los niños en avión a visitar a familiares en Europa o a lo largo de Estados unidos, de dos a tres semanas por vez. Comenzábamos con esto cuando estaban en kínder. Se necesita un cuidado especial por parte de las aerolíneas para llevar niños de 5 años solos en un avión y además un montón de documentos. Sólo enviábamos a los niños si es que ellos querían ir. Sin embargo, los más pequeños al ver a los mayores viajar también querían ir. Los niños aprendieron desde una edad temprana que nosotros, como padres, siempre estaríamos ahí para ellos, pero que les dejaríamos crecer sus propias alas y volar.

Dinero y materialismo

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A pesar de que teníamos suficiente dinero, no hemos ayudado a nuestros hijos a comprar casa, pagar por educación ni por sus bodas (sí, tampoco pagamos por sus bodas). Le hemos entregada una extensa información sobre cómo hacer o cómo comprar unidades de arriendo y usar las acciones para aumentar la fortuna. Nosotros no les “dimos” cosas a nuestros niños, pero les dimos la información y les enseñamos “cómo” hacer las cosas. Los hemos ayudado con contactos en corporaciones, pero ellos tenían que ir a las entrevistas y “ganarse” los trabajos.

Les dábamos regalos paras su cumpleaños y para la Navidad. Pretendíamos ser Santa, pero cuando se hicían mayores y nos preguntaban sobre él, no mentíamos. Decíamos que era un juego que nos gustaba jugar porque era divertido. Solíamos hacer listas, y aun lo hacemos, con las cosas que los niños querían como regalos. Con el internet, es fácil mandar listas así a los niños y nietos. Los regalos hechos en casa a menudo son los favoritos.


El mundo real

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Amábamos a los niños sin importar lo que hicieran. Pero no evitábamos que sus actos tuvieran consecuencias. Dejábamos que sufrieran las consecuencias y no tratábamos de mitigarlas sólo porque los veíamos pasarlo mal. Nosotros podíamos llorar y estar tristes, pero no hacíamos nada para disminuir las consecuencias de sus acciones.

No éramos, ni somos, los mejores amigos de nuestros hijos, éramos sus padres.

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