Por Teresa Donoso
21 septiembre, 2014

Es imposible saber qué tipo de padres seremos hasta que nos transformamos en uno. Nada, y me refiero a que absolutamente nada te puede preparar para tener a tu propio bebé, uno del que no te puedes despedir al final del día mientras te quitas los zapatos y abres una lata fría de cerveza. Yo sabía que estaba lista y dispuesta a enfrentar el desafío de tener un bebé, y confiaba que mi esposo lo estaba también. Tenía fe que él haría su mejor esfuerzo por adaptarse a la empinada curva en subida que es la paternidad, pero no fue hasta que en verdad vi a mi esposo en acción (comenzando desde la sala del hospital) que supe que lo iba amar más ahora que habíamos tenido un bebé.

No estoy diciendo que ninguno de los dos es un padre perfecto, y nuestro matrimonio no es inmune a los incontables desafíos que vienen con tener un adorable y precioso manojo de necesidades. Tenemos bastantes momentos bendecidos de mamá, papá y bebé, pero por cada momento de felicidad hay uno igualmente difícil. Como es el caso de las parejas que conocemos y que tienen hijos, nuestros días están llenos de peleas y discusiones mezclados con niveles inhumanos de cansancio.

Aun así, creo que mi esposo es mucho más genial ahora que tenemos un bebé. Aquí hay cinco razones de por qué:

1. Me felicitó bastante por la cantidad de dolor físico que fui capaz de soportar.

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No tuve un parto muy fácil, y la única persona que sabe eso mejor que yo es mi esposo. El sostuvo mi mano, mi pierna y mi balde para vomitar por más horas de las que podemos recordar. La única vez que se fue de mi lado fue para ir rápidamente al baño, y regresó antes de que me diera cuenta de que se había ido. Cuando todo terminó, los dos estábamos maravillados por nuestra hermosa niña, pero mi esposo me hizo saber que estaba igualmente maravillado por mi escondida fuerza súper humana.


2. Él hace los sonidos y las caras más ridículos cuando interactúa con nuestro bebé.

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La primera vez que vi a mi esposo moviéndose por nuestra sala haciendo sonidos parecidos a los de un mono, supe que él iba a ser un papá muy genial. Si él no está tratando de sonar como un animal del zoológico, entonces está contorsionando su cara en una expresión que ni siquiera yo he visto en la década que llevamos juntos. Ver a los dos jugando es bastante entretenido, incluso si no entiendo qué está haciendo con su cara la mitad del tiempo, mi hija disfruta cada momento de eso.


3. Él quiere tener más hijos, a pesar de saber que esto es lo más difícil que hemos hecho juntos.

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Las demandas de panqueques de arándonos para la cena y masajes para aliviar la hinchazón de mis tobillos del nivel de un mamut, fue sólo el comienzo de cuánto nuestra relación cambiaría ahora que somos padres. Después de nueve meses en los que él aguantó mis quejas y mis exigencias irracionales e incesantes, tuvimos  a nuestra hija. Y luego se volvió realmente difícil. Ser padres se sintió bastante infranqueable durante varios días, pero lo logramos. Sobrevivimos el primer año, y ahora, cuando finalmente sentimos que hemos podido acostumbrarnos, él me dice que está listo para volver a vivir todo otra vez, al agregar un bebé número dos.


4. Él no le teme a las situaciones hediondas y pegajosas.

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Un proyectil de popó a las 3 de la mañana no es un desafío para este papá. Por suerte, esa clase de desorden sólo duró un par de semanas antes de que nos graduáramos de a un popó controlado cada dos horas. Él se metió de lleno y  limpió con mucho más cuidado que yo el área y aplicó crema para pañales al menor indicio de piel roja. Escupos, vómitos, pipí escapándose por los costados del pañal… él lidia con todo y casi nunca se queja, porque sabe que este tipo de limpieza es una de las exigencias del trabajo.


5. Él dice que soy la mejor mama, y le creo.

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Como una mamá primeriza, a menudo escuchas, “Lo estás haciendo muy bien.” “Te sale natural.” “Eres una mamá increíble.” Mientras estas palabras son con buena intención y muy amables, mucha gente a menudo dice estas frases positivas, porque no nos ven en medio de la paternidad –todo el día y algunas veces en la noche. No nos ven quitándonos el sudor de nuestra frente por la centésima vez en un día, o llorando en la ducha, porque algunas veces sientes que es demasiado abrumador ser padre. Nuestros esposos sí ven la batalla, así que cuando el mío me dice que soy la mejor mamá, le creo cada palabra –y así es cómo sobrevivo al siguiente día.

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